Juan
Carlos Ortiz Z.
En Puno no es frecuente el
teatro, sin embargo, se presentan obras gracias al esfuerzo tenaz de ciertos
grupos que apuestan por las tablas. Una de las obras importantes que se puso en
escena en nuestra ciudad, data de finales del siglo anterior, recordémosla a
través del siguiente artículo que escribí en aquella ocasión
YATIRI. ENTRE LOS
DIOSES*
El grupo de teatro Yatiri, la
última semana de enero, puso en escena Juegos
de muerte, obra de creación colectiva bajo la dirección de Amiel Cayo y las
actuaciones de Juan Vilca, Litzbel Charaja, José Chura, Iván Tacora y el propio
Amiel. La obra fue presentada, antes de su puesta en la ciudad de Puno, en
otros lugares del país en los cuales el trabajo tuvo gran acogida y crítica
favorable.
Juegos…
ambientada en
una comunidad campesina, empieza con una tremenda discusión entre sus cinco
personajes. La ira que los envuelve, va motiva por los más de dos años de
sequía y la eterna espera de la ayuda prometida que nunca llega; y que deviene
en desesperación y violencia.
El dirigente de la comunidad, don
Venancio Colque (Juan Vilca), quien encarna los males en la comunidad y entorno
al cual giran los acontecimientos del argumento, se encuentra en serios
entredichos. Este es acusado por una parte del pueblo de mal manejar los ya
escasos víveres que subsidian la supervivencia en el terrible momento de
sequía; de dirigir la comunidad por intereses propios; y además, es acusado por
la viuda (Litzbel Charaja), del asesinato del esposo de ésta, el anterior
dirigente de la comunidad.
El misterioso crimen que queda
impune (en apariencia), le es revelado a la viuda en sus sueños, en unas
escenas brillantes de danza y violencia, en la que se deja entrever el
asesinato ocurrido con anterioridad a los acontecimientos que muestra la
puesta. Este crimen pone a Venancio en la dirigencia, ayudado por algunos
comuneros de su confianza. Como es de esperarse, Venancio Colque niega la
acusación.
La fuerte sequía sigue
desencadenando desesperación, peleas y desconcierto en la comunidad, quedando únicamente
el esperar la ayuda prometida y el encomendarse a la Santísima Cruz, a la que
se le dedican procesiones fervorosas y rezos con incienso. Algunos prefieren “encomendarse”
a la Pacha Mama, a la que el propio
Venancio y algunos comuneros no le dan el menor crédito, surgiendo así, un
enfrentamiento y división por las deidades.
La ayuda no llega como es de
esperarse, las lluvias tampoco. Los Dioses no hacen caso a los ruegos. El hambre y la muerte rondan en la comunidad.
Por último, sólo queda la fiesta
de la Cruz, que el pueblo celebra con ganas y derroche de energía, a pesar de
todo. La fiesta terminará mal, con el asomo de la frustración y la furia del
presidente de la comunidad, quien ebrio y cansado de tanta espera, en un
arranque de ira y después de pelear con algunos comuneros, se lanzará furioso
sobre la Cruz, destrozando a golpes de
piedra la imagen oval de Cristo. Los hombres de la comunidad, entre irritados y
perplejos, golpearan brutalmente al hereje para luego crucificarlo, atándolo de
pies y manos en la cruz. Momentos después de la crucifixión, en medio de la
perplejidad y la ira, el cielo empieza a relampaguear anunciando lluvia por
fin.
Todos volverán a sus casas,
quedando como última escena la crucifixión iluminada por los relámpagos
intermitentes en la obscuridad, bajo la lluvia ya presente en pleno.
Yatiri con Juegos de muerte, trae nuevamente a la mesa de discusión el tema
del resquebrajamiento de la “cultura andina”, como resultado de la imposición
occidental. Dentro de esta idea general, en el transcurso de la obra,
encontramos puntos sobre los que la puesta busca llamar a reflexión.
En medio de la sequía se anuncia
la llegada de un personaje a la comunidad, se trata de un candidato al Congreso
de la República. Este personaje no asoma en escena, pero, le sirve a Yatiri
para recrear todos los arreglos y manipulaciones que se dan en tiempo de
campaña electoral en el campo. El dirigente Venancio Colque es el vehículo de
estos actos de manipulación, para ello lleva a los comuneros a una larga
espera, aguardando la llegada del político, con preparativos de fiesta popular,
cuidando, por supuesto, intereses propios. El candidato nunca llega, terminando
todo en una parodia a las campañas electorales. La ayuda que se esperaba se
esfuma con este hecho.
Un punto vinculado al anterior,
sobre el que también se busca llamar la atención, es el asistencialismo. En
medio de la difícil situación, los personajes traen consigo unos sacos vacíos,
buscando hacerse de una parte de la ayuda prometida que aguardan a lo largo de
la obra. Esta actitud se ve reflejada con nitidez en la puesta, hasta con
cierta exageración, logrando llamar la atención sobre un hecho prácticamente habitual
en nuestro país, la ayuda fácil por cálculo político, que en los últimos
tiempos, ha acostumbrado al campesino a esperar con manos cruzadas las dádivas
del gobierno.
Un tercer punto importante, es
la discusión en un pasaje de la puesta sobre la deidad a la que debía
recurrirse por ayuda, representada en la cruz (occidente) y la Pacha Mama (lo andino). Algunos
comuneros reclamaron por lo segundo: la ofrenda a la divinidad andina, el pago
a la tierra, la no alternancia y simultaneidad con lo católico; esto último,
prueba de un claro desapego a la esencia de la cultura matriz, a la pérdida de
la identidad, que Yatiri quiere mostrar en este pasaje. Sin embargo, el final
es sorprendente y violento. Venancio Colque destroza con una piedra la imagen
de Cristo, luego será crucificado por esto. Como ocurre en el mundo andino,
nada queda impune, sin castigo.
Juegos
de muerte es
una magnifica obra teatral, con algunos altibajos menores que no le quitan el
mérito de conjunto.
* Este
artículo fue publicado en la revista de periodismo puneño Reporte, año 2 Nº 20, del 1 al 15 de marzo de 1999.