Feliciano Padilla
“Bajo la Lluvia” es el primer libro de cuentos publicado por Juan Carlos Ortiz Z. Se trata de una serie de textos producidos desde la década de los noventas, producto de su ejercicio literario realizado en la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa donde estudió Literatura y Lingüística y, probablemente, también de su participación en los famosos talleres de narrativa breve organizados en aquella ciudad.
Los cuentos contenidos en “Bajo la Lluvia” tienen ese rasgo tan característico de quien ha estudiado detenidamente el arte de narrar. Quince años de lectura y escritura permanentes tenían que concluir en la producción de cuentos de factura apreciable. Se trata, en todo caso, de alguien que propone un estilo, una forma de escribir y que sabe a dónde va.
El universo narrativo de la obra es un área que se focaliza entre Puno y la ciudad de Arequipa, referentes espaciales en los cuales transcurrió el autor los últimos diez o doce años de su vida. De modo que, a nivel de escenarios, puede trazarse una línea de similaridad entre lo real y lo ficticio. Por otra parte, parece ser que las historias fabuladas, también pueden conectarse con las experiencias del autor, o por lo menos, con lo más excitante o impresionante de su vida: Su estada en Arequipa en condición de estudiante de la Universidad con toda su carga de dificultades, holguras y proyectos y, sus visitas a Puno, una zona convulsionada por la violencia que, necesariamente, debían haber herido sus pupilas, dejándole impresiones fuertes.
Los dos elementos señalados le otorgan cierto carácter autobiográfico a sus cuentos, lo cual no rebaja para nada la calidad de los mismos. Por el contrario, si por este hecho podrían los textos perder en imparcialidad y objetividad, contrariamente ganan en autenticidad y ternura. Las mejores narraciones escritas por José María Arguedas: Warma Khuyay y Los Ríos Profundos, se sostienen en este rasgo autobiográfico que los críticos se han encargado de subrayar y de considerarlo como base de la calidad que exhiben. Ciertamente, hay episodios de nuestras vidas que nos parecen más importantes que otros, por la huella que dejaron en nuestra personalidad o porque marcaron un cambio de rumbo o de actitud en nuestra existencia. Son esos los temas que cobran mayor intensidad y autenticidad.
No encuentro en esta opción estética del autor ninguna idea de confundir la realidad con la ficción. Lo que pasa es que toda ficción tiene origen en la realidad. El autor toma componentes de la realidad para procesarlos a través de la fabulación y convertirlos en producto literario. Producido el cuento, lo que hace un lector es intentar descubrir la estructura profunda (constituyentes abstractos) que subyace en toda narración. El paso de la estructura narrativa abstracta a su encarnación en un relato o cuento se manifiesta en la distinción entre trama y argumento, entre historia y narración; entre la organización lógica, histórica o secuencial de un suceso y la forma de su organización literaria en una narración sea breve o extensa. Entonces, cuando se habla de un rasgo autobiográfico no se está hablando de una realidad encarnada mecánicamente en el texto, sino de una ficción como producto de todo un proceso.
¿Cómo es posible que la literatura muestre vinculaciones fuertes con el realismo basado en la memoria que se sabe infiel a la ficción? La explicación es simple: esa materia real, al ser sometida a un proceso de fabulación, pasa a ser ficción. Muchos escritores han hecho de la memoria la materia de sus ficciones y han reflexionado en ellas sobre lo que significa recordar para hacer del recuerdo literatura de ficción; vale decir, han hecho del recuerdo incierto una producción narrativa y, toda narración es una construcción ficticia que depende de la memoria y también de la mirada del lector para reconocerla como una unidad estable a lo largo de la trama.
El libro contiene 9 cuentos. Comentaremos sólo dos de ellos. Uno en el que, según mi punto de vista, se prioriza un mundo objetivo sustentado en la acción. En este caso me estoy refiriendo a “Número”. Número es un término militar usado para referirse a un solado raso. El cuento empieza haciendo un flash back ya que empieza por el final: El encierro en el calabozo del suboficial Apaza, jefe de la banda de músicos, por parte del sargento Alanoca, en cumplimiento de la orden del teniente Rodríguez. A partir de este hecho el narrador hace un retroceso para relatarnos las horas previas al encierro del suboficial Apaza. El conflicto que da vida a la historia es la fuga de un soldado. Esta mala noticia llega a la sala de prevención donde conversan el sargento Alanoca y el teniente Rodríguez, entre copas de licor para vencer el frío intenso de las pampas de Ilave. Entre trago y trago comentan la situación atormentada que viven por causa de la guerra interna que caracteriza a la sociedad peruana de aquella década de los noventas. La fuga del “Número” los pone más nerviosos, mucho más desesperados, debido a que podían ser atacados, en cualquier momento, por las fuerzas subversivas. Entonces, el teniente hace lo que corresponde: Ordena al sargento Alanoca a que acompañe al suboficial Apaza para que atrapen a aquel “Número” donde fuera que estuviese y lo traigan de regreso, sin dudas ni murmuraciones. Este viaje en bicicleta a la comunidad donde vive el “Número” está lleno de anécdotas que dan tensión al relato. Luego, los comisionados ubican al fugitivo en su comunidad, donde se encontraba escondido. Entonces, desoyendo los ruegos lastimeros de los padres del soldado, cumplen con la orden como debía ser. En el desenlace, el lector espera que, habiendo los comisionados atrapado al fugitivo, el teniente Rodríguez iba a ordenar el encierro del “Número” en el calabozo, por el delito de deserción. Sin embargo, hay un final sorpresivo: El teniente Rodríguez ordena encerrar al suboficial Apaza por haber permitido con su irresponsabilidad la fuga del soldado. Como se verá, hay en el cuento una estructura circular y, en el desenlace, un final sorpresivo: Cuando todos esperábamos, con razón indiscutible, el encierro del “Número”, el narrador nos golpea con ese final imprevisto.
El segundo cuento titula “Viviendo con Paty”. Este texto es diferente al que acabo de comentar. Aquí no se privilegia el mundo objetivo, sino, el mundo subjetivo, lo cual no quiere decir que el autor haya anulado la acción. La acción de este cuento es intrascendente, anodina; los personajes, son igualmente, cotidianos, simples, como cualquier persona sumida en la convulsión apabullante de una ciudad donde tiene que enfrentar las contradicciones de la modernidad y sus propias contradicciones. El foco narrativo es la ciudad de Arequipa, de donde Paty, la pareja de Mark, viaja un sábado cualquiera hacia Mollendo, con la promesa de retornar pronto y buscar a Mark el lunes a las cinco de la tarde en el cuarto que este último alquilaba en un lugar de la ciudad. Eso es todo. Pero, mientras Mark espera la llegada del lunes, le entra dudas acerca del amor que siente por Paty. Algo más, cuando va yendo camino de su casa se encuentra en un bar con sus amigos de la Universidad, bebe con ellos, baila con prostitutas, se emborracha como todos sus contertulios. Al filo de una ebriedad completa visita otra discoteca donde bebe y baila con prostitutas hasta que conoce a Andrea, una mujer muy hermosa, de caderas redondas y piernas poderosas. Se emborracha mucho más. Está bailando con Andrea y no recuerda más. Al final aparece en su propio cuarto con el cerebro en blanco. Y como es domingo sufre los estragos de la resaca y no tiene más consuelo que esperar la llegada del lunes y sea las cinco de la tarde para encontrarse con Paty.
Este cuento se caracteriza por la descripción del paisaje interior, es decir, de los procesos tan complejos que ocurren en la conciencia de un joven estudiante: Dudas, deseos, ideales, lujuria, frustraciones; finalmente, resignación de “sufrir” en un mundo real tan pleno de las contradicciones que caracterizan al siglo que vivimos. Precisamente, estos rasgos le otorgan al cuento cierta ternura que termina atrapándonos porque, finalmente, son nuestras propias preocupaciones y nuestras batallas anónimas para ajustar nuestra conducta a mundo cada vez más deshumanizado, más agitado, más indiferente. Esta narración representa la lucha de un hombre - grotesco en su morfología o en sus percepciones- por preservar su individualidad en medio de todo aquello que concibe como una pesadilla materialista de la vida contemporánea, que es la paradoja principal de nuestro tiempo.
Varios de los cuentos contenidos en “Bajo la lluvia” tienen las rasgos de “Viviendo con Paty”, en los que se privilegia la descripción del paisaje interior. Se debe aclarar que éste es el rasgo principal de los cuentos post modernos, aunque ya los había utilizado genialmente James Joyce, allá por los años cuarenta del siglo pasado, tanto en los “Dublinenses” como en “Ulises”; ésta última, una de las obras más importantes del siglo XX. No puedo concluir este artículo sin felicitar a Juan Carlos Ortiz Zantalla por haberse animado a publicar esta obra “Bajo la Lluvia” que, siendo su primer libro, constituye un reto para el mismo autor. Significa que deben llegar nuevos libros de su autoría, con la misma o mejor calidad que este su hijo primerizo. Pido disculpas por algún desliz cometido en la producción de este texto. Y creo que se me debe dispensar en tanto yo soy escritor y no crítico literario. Este comentario no es sino fruto del nivel crítico de mi comprensión lectora, y nada más.
Publicado en el diarios Los Andes, en agosto del 2009
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