lunes, 4 de abril de 2011

Bajo la lluvia, una aproximación

LITERATURA

Luis Pacho*

Con un total de nueve cuentos de diversa temática, el narrador puneño Juan Carlos Ortiz, publicó el año 2009 el libro de cuentos Bajo la lluvia con el auspicio del sello Lago Sagrado Editores. Ha transcurrido algo más de dos años, y el autor, a no dudarlo, se ubica entre los narradores más importantes de la última generación en Puno.
El primer cuento que leí de Juan Carlos titulaba Cumpleaños, publicado en la Revista Universitaria de literatura, arte y cultura de la UNA - Puno del año 2001. Este cuento, ahora inserto en el libro, desde mi modesto punto de vista, es uno de los mejor logrados, y que refleja de manera más cercana la crisis, el desasosiego y la tragedia humana, en el que la sociedad de hoy parece inevitablemente desandar.
Sabíamos del trabajo insular del autor, pero desde la publicación de aquél cuento, esperábamos un libro orgánico que se sume a creciente tradición narrativa que se gesta en Puno con escritores como Feliciano Padilla, Jorge Flórez, entre otros. Hasta que luego de algunos años, tenemos el libro orgánico.
Es verdad que el cuento nos acompaña desde la infancia. Desde cuando temerosos e ingenuos escuchábamos relatar a nuestros memorables abuelos todas aquellas historias que a veces nos emocionaba, nos inquie¬taba, nos alegraba, nos entretenía y algunos nos aterraban. Más adelante nos acompañaría en la escuela, con aquel clásico “Había una vez...”. El cuento es pues eso, relatar, contar, narrar; en el que uno o varios personajes desarrollan acciones simples o complejas entre sí. Demás está decir que estas acciones tienen que ser significativas. En ¬otras palabras, el tema tiene que ser interesante. Recordemos que la finalidad más antigua del cuento es la de entretener. Y entretener supone, coger por un tiempo el interés y la imaginación del lector y tenerlo atado a la intriga y al desenlace. Cualidades que el libro Bajo la lluvia guarda cuidadosamente.
A decir de Ricardo Sumalavia, se pueden distinguir tres vertientes de narración aplicables tanto a la novela como en el cuento de los noventa: 1) Los llamados “neorrealistas exacerbados”, con libros cuya preocupación era establecer, cuestionar y minar el nuevo espacio habitado por una juventud sin mayor norte que entregarse a las vicisitudes del momento. (Aquí se me viene la memoria aquel ya clásico Matacabros de Sergio Galarza, por ejemplo). 2) Los narradores que asumieron el reto de dar cuenta de la violencia subversiva e institucionalizada que atravesó el país entre los ochenta y noventa; y, 3) Los narradores que experimentaron lenguajes y temas distintos, con libertad de fabulación, donde la creación literaria, sus mecanismos, el diálogo permanente entre los propios textos, son lo primordial.
Creo que desde esta perspectiva, Ortiz ubica sus cuentos entre la segunda y la tercera clasificación. Sabemos que muchos escritores que han escrito sobre el tema de la violencia, lo han hecho desde diferentes ópticas, unos comprometiéndome con uno u otro lado, otros denostándola, otros recordándola o simplemente mencionándola. Miguel Gutiérrez, respecto de este tema señala: “Como todo acontecimiento histórico, la guerra interna en el Perú de la década del 80 y primeros años del 90, por su complejidad y dureza, significó un reto para todos los intelectuales, escritores y artistas, no pocos de los cuales se vieron en la necesidad de decir su palabra o de expresarse en las formas que les eran más propias.”
Violencia o guerra interna que se abordó desde la narrativa, la poesía, el cine, las artes plásticas, la música, el teatro, etc. Reitero, aunque sea como una leve reminiscencia y muchos años después, como ocurre en dos cuentos del libro objeto del presente comentario.
No obstante ya adelanté una breve opinión respecto del libro, el cual agradezco al editor y al autor del libro, considero que este momento es preciso y oportuno para reiterar que, Bajo la lluvia muestra una variedad de cuentos con una diversidad temática seleccionada cuidadosamente por el autor, fruto de la experiencia, el oficio y el empleo correcto de los recursos literarios. Con una leve reminiscencia de la década de la violencia en el Perú de los 80’ en los cuentos Número y Tres renglones y una equis, el universo narrativo de la mayoría de cuentos discurre, como en una línea ascendente, desde los pueblos urbanos altiplánicos hacia las urbes de mayor confluencia, donde asoma con nitidez el rostro de la modernidad, en este caso Puno y Arequipa. En el cual, la vida cotidiana, la nostalgia y el amor, son contados desde una óptica diferente, sin caer en el telurismo con que se moteja la literatura escrita en esta parte del sur del Perú.
Por el mismo título del libro, la presencia de la lluvia como telón de fondo es ineludible. No sólo como presencia física. No sólo como la metáfora de la soledad y el desasosiego. Sino también como la muestra de una narrativa actual y escrita con un buen tratamiento del lenguaje. Como las lluvias del altiplano: límpida, sutil y vivificante.
* Luis Edgar Pacho Poma.- Codirigió la Revista de Literatura PEZDEORO. Ha publicado Geografía de la distancia (Lima, 2004) y Horas de sirena (Lima, 2010).

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Artículo tomado del diario “Los Andes”, 13 de marzo 2011.

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