sábado, 12 de marzo de 2011

Kurosawa, el pintor y cineasta humano

Juan Carlos Ortiz Zantalla

Akira Kurosawa (Japón, 1910–1998), es uno de los cineastas más reconocidos en el mundo, con extraordinarias películas cuya temática gira en torno a la cultura japonesa de la cual proviene (la ancestral y la contemporánea) y también ciertos tópicos de la cultura occidental que lo atrajeron bastante. De la extensa filmografía de este realizador, en este artículo tocamos “Los sueños, de Akira Kurosawa” (1990), porque en ellos en cierto modo, podemos hallar la síntesis de las preocupaciones existenciales de este director, las cuales conforman la temática de su filmografía. El motivo de estos párrafos, los cien años de su natalicio.
“Los sueños…” es una película hecha en ocho capítulos, o cortometrajes. Cada “corto” lleva un rótulo, algunos de estos son bastante poéticos como si fueran títulos de cuadros, aunque esto depende de las traducciones que se hacen, por ejemplo: “La luz del sol a través de la lluvia”, “El huerto de los melocotones”, “La aldea de los molinos de agua”, “La ventisca”; los otros títulos: “Cuervos”, “El túnel”, “El monte Fuji en rojo” y “El demonio llorón”. Junto a otros dos trabajos (“Rapsodia en agosto” de 1991 y “Madadayo” de 1993), “Los sueños…”, es considerado como uno de los legados finales de Kurosawa.
En el mundo de los creadores: pintores, poetas, novelistas entre otros, la muerte suele ser un tema constante, persistente, en el caso de Kurasawa, este tópico también se presenta no sólo en su obra sino que también en su propia vida. Si tomamos en conjunto los ocho capítulos o cortometrajes de “Los sueños…”, en los siete primeros la muerte está presente, de forma directa o indirecta, además del pesar por el modo de existir, sólo el último capítulo es un canto a la vida.
Los primeros dos cortometrajes (los agruparemos hasta donde sea posible para comentarlos): “La luz del sol a través de la lluvia”  y “El huerto de los melocotones”, muestran a la cultura japonesa en una especie de visión del país del sol naciente, marcados en la vestimenta y música tradicional. En el primer “corto”, un niño desobedece a la madre y se interna en el bosque a ver a la procesión nupcial de los zorros, manifestación prohibida de ver. Por esta desobediencia, el niño debe cumplir con la tradición que se manifiesta en el diálogo de la madre al niño junto a la entrega de un puñal, el muchachito debe acabar con su vida por propia mano, se supone a través del haraquiri, por haber hecho lo prohibido.
En el segundo cortometraje (“El huerto de los melocotones”), Kurosawa muestra su preocupación por uno de los problemas por los que atraviesa el mundo, la destrucción de la naturaleza, representada en la tala de los árboles de melocotón visto a través de la mirada de un niño. El pequeño, conducido por una aparición (otra niña) que él solo ve, llega al huerto de los melocotones, allí los espíritus de los árboles, o lo que podría ser el espíritu de la naturaleza, se manifiesta esplendorosamente a través de la danza, la vestimenta y música japonesa. Esta especie de “deidades”, comunican al niño que nunca más volvería a ver el huerto de los melocotones, por haber sido talado.
Kurosawa en su filmografía, ha mostrado siempre una preocupación por los grandes temas humanos y por los grandes problemas por los que atraviesa el mundo. En este segundo corto lo manifiesta, y en algunos otros como en “El monte Fuji en rojo” y “El demonio llorón” más claramente. Esta preocupación podría decirse, “En los sueños…”, está representada en la mirada reflexiva y preocupada del niño frente al melocotonero, en la última toma de este segundo corto.
En el tercer cortometraje (“La ventisca”) Kurosawa parece comunicarnos que la perseverancia del hombre es la única forma de vencer la adversidad. Pareciera decirnos que después de la tormenta la calma siempre llega. En este corto los alpinistas que son los personajes, buscan extenuados el camino a su refugio en medio de una tormenta de nieve, luego de un tremendo esfuerzo se dan por vencidos, sólo el protagónico se mantiene firme, incluso se deshace de la seducción de la muerte, y finalmente encuentran el camino.
La estupidez de las guerras se pone de manifiesto en “El túnel”. Un soldado, al parecer un oficial, de regreso a casa después de la guerra, atraviesa un túnel, de él emergen literalmente los fantasmas de la guerra, un regimiento de soldados muertos y antes uno sólo. En diálogos explicativos el oficial vivo se escusa ante los muertos por lo absurdo de la guerra y por los errores cometidos a través de sus ordenes.
En “Cuervos”, Kurosawa deja notar su apego por la pintura, de hecho el realizador, estudió pintura antes de ser director de cine, experiencia que influyó fuertemente en su filmografía. En este cortometraje el realizador da un paseo por los cuadros de van Gogh a través del personaje del corto, por los paisajes y los colores fuertes del pintor holandés.
“El monte Fuji en rojo” y “El demonio llorón”, son los dos cortometrajes en los que de manera directa muestra los grandes desatinos del ser humano. En el primero una planta nuclear estalla detrás del monte Fuji, Japón es tan pequeño que no hay escapatoria para los ciudadanos, la radiación los alcanzará de todos modos. En el segundo cortometraje, al igual que en el anterior, los diálogos buscan hacer reflexionar sobre los desatinos humanos. El escenario del corto es desolador, después del uso de armas nucleares todo queda destruido y contaminado, y, dolores intensos por hambre asedian a los demonios (sobrevivientes de la catástrofe nuclear, castigados con deformaciones), uno de ellos manifiesta que antes de todo aquello era granjero, y que echaba litros y litros de leche al río con la finalidad de elevar los precios de este alimento en el mercado, que estupidez se lamenta.
“La aldea de los molinos de agua”, el último cortometraje de “Los sueños…”, es un canto a la vida. A pesar de los desatinos que comete el ser humano y lo terrible que puede ser la existencia, el realizador nos dice que estar vivo, después de todo, es maravilloso. Este último cortometraje tanto en imágenes como en diálogos, es extraordinario. En él, un hombre joven (visitante en la aldea) habla con un aldeano anciano, sobre lo bueno que es vivir como la naturaleza lo señala, y que los inventos y   comodidades de la vida moderna, desnaturalizan al ser humano.
Este último capitulo (“La aldea…”) cierra “Los sueños…” con la defensa de la vida y la naturaleza, y se convierte en uno de los últimos testamentos de Akira Kurosawa a la humanidad. En él, el realizador parece señalar el cómo debe vivirse, en armonía con todo lo que nos rodea. Aproximémonos a la obra de Kurosawa, para ver el mundo con ojos más humanos.
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Se publicó en el diario “Los Andes” el 18 abril de 2010.

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