miércoles, 30 de noviembre de 2011

“SOBREVIVIR EN LOS ANDES”. FLAVIANO OTRA VEZ



Juan Carlos Ortiz Z.

Al anunciarse a mitad de este año la última película de Flaviano Quispe (Juliaca, 1960): “Sobrevivir en los andes. Jacinto”, nos sorprendió gratamente la noticia, y más al enterarnos que se trataría no únicamente de un largometraje, sino más bien, de una trilogía de la cual la primera parte que es “Jacinto”, se estrenó en esta ciudad los primeros días de agosto. A este interés se suma por supuesto, el concurso que este filme (entonces proyecto) ganara el 2006, organizado por CONACINE.
            “Sobrevivir en los andes. Jacinto”, es el cuarto largometraje de Flaviano, lo que hace de este cineasta nacido en la ciudad de Juliaca, un realizador ya con experiencia, que conoce los caminos y atajos de la producción y la dirección de películas. Todos estos antecedentes, hacen que este último trabajo de Flaviano, concite la atención de quienes gustamos y esperamos buenas realizaciones en Puno.
            En sus filmes anteriores, este realizador, ha tocado temas rurales acercándose apenas a la ciudad, manteniendo con ésta, una suerte de contrapunto conflictivo, lejano, que afecta la vida de los personajes de sus películas. En “Buscando a papá” (2008), por ejemplo, los personajes del mundo rural, se contraponen a los personajes que provienen de la ciudad, concluyendo la historia en serios problemas que afectan a los primeros. Este camino recorrido por Flaviano, con acercamientos menores hacia la urbe, se altera en “Sobrevivir en los andes. Jacinto”, si bien el personaje central proviene del ámbito rural, más bien un pequeño pueblo, e inicia sus peripecias allí, se desenvuelve en la ciudad, más ampliamente que en otros filmes del director.
Jacinto, huérfano de madre, tiene problemas de conducta en su pueblo, producto de los tratos poco afectuosos del padre, por lo que, luego de regaños y peleas con papá, decide huir hacia la ciudad. En ésta, atravesará una serie de circunstancias que lo llevarán a cambiar, punto en el que concluye la película, anunciando se supone, que ésta debe continuar para develar lo que ocurrirá con el personaje.
El tema que Flaviano propone en este su último trabajo, se insinúa por supuesto al inicio: lo que ocurrirá con un joven pueblerino del ande en la ciudad, provocando cierto interés en cómo un adolescente del campo, enfrentará las celeridades y exigencias de la urbe. El hacer frente a la ciudad, esperábamos que fuera planteado desde el contraste de la idiosincrasia rural con la urbe. Al menos esto es lo que se esperaba inicialmente del filme, por la línea en que de algún modo se inscribe el cine de Flaviano. Sin embargo, el realizador decidió ir por otro rumbo, con pleno derecho por supuesto.
El tratamiento en cuanto al tema de este trabajo, no es nuevo dentro de la cinematografía, hablemos del cine en términos globales. En el cine mundial, hay historias de adolescentes que por tener vidas infelices y reaccionar contra ello, terminan siendo odiosos criminales, o, en algunos casos, incluso a la inversa. La historia que aborda Flaviano, va en esa línea. El realizador decide abordar una formula recurrente hasta cierto punto, al que, al parecer, busca matizar con ese “sabor” andino que le ha dado a sus anteriores películas, aunque en este caso, sin lograrlo.
Sus filmes anteriores, si bien poseen rasgos de universalidad reconocibles, como temas, el tratamiento es desde lo andino o los valores andinos (quizá debería decirse desde la ideología del ande). En “Sobrevivir en los andes…”, la presencia de lo andino es reconocible nítidamente al inicio del filme, en dos o tres escenas, cuando Jacinto vive aún en un pequeño pueblo en la zona rural. Flaviano, al llevar a su personaje principal a la ciudad, lo traslada despojado de conductas, costumbres, lenguaje, que se supone debe poseer o traer de su medio original. Esto hace ver, al parecer, que el director busca nuevos caminos y escenarios para sus realizaciones, punto al que tiene derecho como ya lo mencionamos.
Puntualizando. “Sobrevivir en los andes. Jacinto”, es un filme de transformación, llamémoslo así, transformación del personaje central de la historia, y es aquí en el que se encuentran los problemas. Los filmes en los que se dan transformaciones, requieren de una progresión creciente hacia dicho cambio, el cual debe ser trabajado con cierto tino a través del plano temporal que propone la película. En el filme de Flaviano, no ocurre precisamente esto. El filme deja ver un conjunto de acontecimientos que ocurren a Jacinto, en los que no hay momentos (motivos, señas) bien marcados que den la sensación de que algo se aproxima, en este caso un cambio. No hay un buen manejo de la transformación del personaje. Así, el final, da la sensación de que cae a fuerza, y no necesariamente como producto de lo ocurrido en la película.
Estos elementos, junto a otros como los diálogos mal hechos, la casi inexistencia de imágenes-símbolo en el filme, y las interpretaciones desacertadas, hacen de este trabajo, una película fallida. Los diálogos escasos, no ayudan a darle sentido al filme. Los dos únicos diálogos medianamente interesantes, son el que un juez y un miembro de penitenciaría, al parecer, formulan frente a Jacinto que se halla en el hospital luego de haber sido castigado por la población debido al robo en que participa en malas compañías. Y, el otro, cuando en la correccional, conversa con otro interno sobre su madre muerta mientras observa una fotografía de ésta. Esto sin duda, es un problema de guión.
Las mejores imágenes o escenas del trabajo de Flaviano, se dan al inicio, cuando participa el abuelo, los miembros mayores de la familia y otros al llamar la atención a Jacinto por haber golpeado al padre, y, la escena nocturna, ya en la ciudad,  del intento de linchamiento público de Jacinto por el delito de robo. Estas son las imágenes más creíbles del filme.
Lo que nos extraña de este último trabajo de Flaviano, es el que no funcionara el guión, más aun al haber ganado el concurso de CONACINE el 2006. Al parecer, Flaviano amplió el proyecto a una trilogía, no hay otra explicación, de ser así, un proyecto mayor, requiere de experiencia y un buen manejo en la construcción de guiones. No se trata simplemente de ampliar un proyecto así nada más, sino de tener los recursos necesarios para poder hacerlo.
Finalmente, Flaviano deberá ser más cuidadoso con las otras dos películas de la trilogía que anunció, pues, a estas alturas, no podemos decir que se trata de un cineasta que está iniciando, su trabajo lleva ya una década, desde el “El abigeo” (2001).

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Entrevista



Carlos Ortiz cantando bajo la lluvia
Por: Lic. Marcos Vilca Jiménez / Doc. ISPA
Juan Carlos Ortiz ha publicado un conjunto de relatos donde recuerda su permanencia en Arequipa durante sus estudios universitarios, hoy es catedrático de su ciudad natal: Puno; ha retornado a sus raíces no solo con aquellas sabias enseñanzas que demostraba en los claustros agustinos ahora en las aulas universitarias sino también a través de ese elemento que corroía su corazón desde hace más de 15 años a pesar que lo abandonó traicionando un destino al cual alguna vez tuvo que regresar: escribir relatos.
Su primera entrega de relatos lleva el título de “Bajo la lluvia”, al respecto el maestro Feliciano Padilla ha manifestado lo siguiente: “Los cuentos contenidos en “Bajo la Lluvia” tienen ese rasgo tan característico de quien ha estudiado detenidamente el arte de narrar. Quince años de lectura y escritura permanentes tenían que concluir en la producción de cuentos de factura apreciable. Se trata, en todo caso, de alguien que propone un estilo, una forma de escribir y que sabe a dónde va”. A propósito de su estilo “se privilegia la descripción del paisaje interior. Se debe aclarar que éste es el rasgo principal de los cuentos post modernos, aunque ya los había utilizado genialmente James Joyce, allá por los años cuarenta del siglo pasado, tanto en los “Dublinenses” como en “Ulises”; ésta última, una de las obras más importantes del siglo XX” enfatiza el maestro Feliciano.
Un encuentro fortuito
Después de muchos años pude conversar con Juan Carlos y reproduzco algunas de sus sesudas opiniones sobre su vida y otros datos literarios.
¿Qué hiciste después de salir de la UNSA?
Luego de estudiar literatura en la UNSA, tiempo después, abandoné la “práctica literaria” casi por completo, por más de una década, a finales del año 1997 aproximadamente. ¿Las razones?, más de una. Entre éstas, los estudios de maestría en otra área, luego, el trabajo como es natural, y la dedicación a otras actividades, como la participación en grupos de formación ética y personal en los cuales tuve un aprendizaje extraordinario y una participación activa de militante convencido, sumando a esto, claro, la escasa movida literaria en Puno mi ciudad natal, en esos años. Cuando hablo de abandono es casi literal, no leí literatura en todo ese tiempo, apenas corregí algo y escribí una que otra historia por hábito, en más de una década. Eso sí, envié trabajos a algunos concurso por razones económicas.
Cine y literatura
Otra de las aficiones que demostraba era el cine y nos cuenta: “conocí a un gran amigo, entendido en fotografía y en cuestiones técnicas vinculadas al cine, aparte de ello, un gran estudioso de la tecnología en video relacionada con la cinematografía. Fue él quien me dio la gran noticia de que podía hacerse cine, con restricciones ciertamente, pero era factible. Allí empezó mi dedicación a esta actividad que me encandila grandemente. Del 2000 al 2005 aproximadamente, trabajamos en tres cortometrajes que guardo en mis archivos, como ejercicio práctico cinematográfico que debe conducirnos a trabajos mayores, aún espero que así sea. Mi labor fue la de productor, guionista y hasta director. Un antecedente de esta actividad, se dio el año 1997, en que fundé junto a unos amigos, el “Grupo de cine Chaplin”, una especie de cine foro que buscaba exhibir películas de cierta calidad cinematográfica para el público puneño”.
Sobre “Bajo la lluvia”
Los cuentos de “Bajo la lluvia”, según su autor “han sido escritos la década del noventa, incluyendo las correcciones preliminares, con excepción de uno de ellos. Antes de su publicación el 2009, desde luego, fueron afinados o pulidos por última vez”. Por otro lado comenta que “la lluvia es un estímulo que uniformiza los recuerdos y la nostalgia. La lluvia tanto en Puno como en Arequipa, me provocaban entonces, y aún hoy, una sensación de casa o de hogar, o, de pertenencia a un lugar. A diferencia de algunas reacciones en otras personas, la lluvia provoca en mí, alegría, placidez, estímulos positivos”.
Violencia social de los 80 y 90
Acerca del tema de la violencia y a la pregunta formulada: ¿qué te motivo ver la violencia social de los 80 y 90 desde otra faceta que no sea la de sangre y muerte?, nos cuenta que “en realidad no estoy seguro por el tiempo que ha transcurrido desde la escritura de los cuentos hasta ahora. A “temprana edad”, creo, no se tiene la madurez necesaria para enfocar el trabajo literario desde ésta u otra perspectiva, sin embargo, quise contar y hasta podríamos decir, registrar, el cómo la pasan las personas que no están en el mismo escenario de un enfrentamiento armado como el de aquella época, las reacciones, repercusiones, los miedos que se daban”.
Proyectos literarios
Y la escritura no cesa. “Vengo trabajando un segundo libro de cuentos que espero sea publicado el año que viene. Posteriormente, seguiré publicando cuentos, puesto que, durante el periodo de estudios universitarios y luego de él, escribí bastante, de modo que esto demandará el publicar por lo menos unos tres o cuatro libros más. Por supuesto, para ello debo ordenar y corregir, estoy en eso también”.
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Entrevista publicada en el diario arequipeño “Noticias”, el 24 de enero, 2011.

viernes, 10 de junio de 2011

LOS AIMARAS, EL BUEN CONVIVIR Y LA MINERÍA

Juan Carlos Ortiz Zantalla
Los acontecimientos que se vienen dando en Puno en estos momentos, la protesta de los aimaras en contra de la minería, es una muestra del encuentro, o tal vez habría que decir, del desencuentro entre dos sociedades o culturas diferentes en un mismo país, en el siglo XXI. Y el hecho tiene que ver precisamente, con el cómo dos culturas diferentes, la occidental y la aimara, ven la vida, o mejor, el vivir. Por lo visto hasta este momento, podemos llegar de manera clara a la conclusión de que la sociedad oficialista occidental, representada en sus autoridades políticas, desconoce el “vivir”, el “convivir”, o el “buen vivir”, que culturas como la aimara, y otras en otros continentes, practican desde hace siglos.  
Acerca de la “vida”, la sociedad aimara tiene una forma interesante de ver este “concepto”, acaso trascendente. Para ellos, la vida, va mucho más allá de la simple idea de estar vivo o de supervivir, tiene que ver más bien, diríamos, con un “equilibrio” de conjunto, ese conjunto naturalmente es la comunidad, no únicamente las personas que la conforman (seres humanos), sino, todo lo que los rodea, la tierra, las plantas, los animales, etc. Entonces, como menciona el antropólogo y lingüista Xavier Albó, en su artículo “Suma qamaña=convivir bien. ¿Cómo medirlo?”, la vida para los aimaras tiene que ver con el “convivir”, con el “buen convivir” en colectivo, en conjunto, en lengua aimara, “suma qamaña”.
El término “qamaña” en sus tantos sentidos nos dice Albó, va dirigido a la convivencia social en mayor medida y por supuesto a la convivencia con la ecología. “Por eso, cuando en el mundo andino… se afirma que las suyas son culturas para la vida”, continúa el autor, más allá de la supervivencia, se refieren al “conjunto de relaciones sociales con un ambiente de acogida”, o sea, extendiéndose a la naturaleza en la dimensión material más amplia.
La sociedad occidental en su visión del mundo, más bien, ve las cosas desde el individualismo antes que desde lo colectivo, y desde la separación hombre-naturaleza (sujeto-objeto), lo que implica que el hombre, desintegrado de la naturaleza, tiene la potestad de hacer y deshacer sobre todo cuanto se encuentra a su alrededor (el objeto), aun cuanto esto pueda perjudicar su supervivencia como especie o pueda perjudicar a otro u otros grupos humanos. En cambio, en la visión aimara del mundo, la convivencia o la vida, implica el “convivir bien, no uno mejor que otros y a costa de otros”, sino todos en conjunto, en comunidad, en “familia”.
Esta es, sin duda,  una “idea” mayor de sociedad, que nada tiene de incivilizado como se califican en ocasiones, a las prácticas de vida de los aimaras o los quechuas, todo lo contrario.
Osho, profesor universitario de filosofía muchos años atrás en la India, en una conferencia en video señala que la sociedad (se refiere a occidente, podemos extender esta alusión igualmente a otras culturas), vive de un modo bárbaro y que la palabra civilización, es solo una idea, un concepto al que hemos llegado como teoría, pero no como práctica.
Más allá de los “linderos de occidente”, existen sociedades que han vivido y aún viven por fortuna, dentro prácticas de equilibrio, que pueden enseñarnos a llevar una “vida de calidad” como seres humanos integrados a la naturaleza, que no es igual a una vida de confort, unos mejor que otros.
Si a los aimaras les interesa todo lo que los rodea, más allá de las personas inclusive, es comprensible que protesten frente a lo indiscriminado de las concesiones mineras, puesto que esta actividad, perjudica o puede perjudicar el buen convivir que practican desde siglos o milenios atrás, y que esperemos poder aprender en algún momento.

lunes, 6 de junio de 2011

Contemplando bajo la lluvia

LITERATURA

Feliciano Padilla
“Bajo la Lluvia” es el primer libro de cuentos publicado por Juan Carlos Ortiz Z. Se trata de una serie de textos producidos desde la década de los noventas, producto de su ejercicio literario realizado en la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa donde estudió Literatura y Lingüística y, probablemente, también de su participación en los famosos talleres de narrativa breve organizados en aquella ciudad.
Los cuentos contenidos en “Bajo la Lluvia” tienen ese rasgo tan característico de quien ha estudiado detenidamente el arte de narrar. Quince años de lectura y escritura permanentes tenían que concluir en la producción de cuentos de factura apreciable. Se trata, en todo caso, de alguien que propone un estilo, una forma de escribir y que sabe a dónde va.
El universo narrativo de la obra es un área que se focaliza entre Puno y la ciudad de Arequipa, referentes espaciales en los cuales transcurrió el autor los últimos diez o doce años de su vida. De modo que, a nivel de escenarios, puede trazarse una línea de similaridad entre lo real y lo ficticio. Por otra parte, parece ser que las historias fabuladas, también pueden conectarse con las experiencias del autor, o por lo menos, con lo más excitante o impresionante de su vida: Su estada en Arequipa en condición de estudiante de la Universidad con toda su carga de dificultades, holguras y proyectos y, sus visitas a Puno, una zona convulsionada por la violencia que, necesariamente, debían haber herido sus pupilas, dejándole impresiones fuertes.
Los dos elementos señalados le otorgan cierto carácter autobiográfico a sus cuentos, lo cual no rebaja para nada la calidad de los mismos. Por el contrario, si por este hecho podrían los textos perder en imparcialidad y objetividad, contrariamente ganan en autenticidad y ternura. Las mejores narraciones escritas por José María Arguedas: Warma Khuyay y Los Ríos Profundos, se sostienen en este rasgo autobiográfico que los críticos se han encargado de subrayar y de considerarlo como base de la calidad que exhiben. Ciertamente, hay episodios de nuestras vidas que nos parecen más importantes que otros, por la huella que dejaron en nuestra personalidad o porque marcaron un cambio de rumbo o de actitud en nuestra existencia. Son esos los temas que cobran mayor intensidad y autenticidad.
No encuentro en esta opción estética del autor ninguna idea de confundir la realidad con la ficción. Lo que pasa es que toda ficción tiene origen en la realidad. El autor toma componentes de la realidad para procesarlos a través de la fabulación y convertirlos en producto literario. Producido el cuento, lo que hace un lector es intentar descubrir la estructura profunda (constituyentes abstractos) que subyace en toda narración. El paso de la estructura narrativa abstracta a su encarnación en un relato o cuento se manifiesta en la distinción entre trama y argumento, entre historia y narración; entre la organización lógica, histórica o secuencial de un suceso y la forma de su organización literaria en una narración sea breve o extensa. Entonces, cuando se habla de un rasgo autobiográfico no se está hablando de una realidad encarnada mecánicamente en el texto, sino de una ficción como producto de todo un proceso.
¿Cómo es posible que la literatura muestre vinculaciones fuertes con el realismo basado en la memoria que se sabe infiel a la ficción? La explicación es simple: esa materia real, al ser sometida a un proceso de fabulación, pasa a ser ficción. Muchos escritores han hecho de la memoria la materia de sus ficciones y han reflexionado en ellas sobre lo que significa recordar para hacer del recuerdo literatura de ficción; vale decir, han hecho del recuerdo incierto una producción narrativa y, toda narración es una construcción ficticia que depende de la memoria y también de la mirada del lector para reconocerla como una unidad estable a lo largo de la trama.
El libro contiene 9 cuentos. Comentaremos sólo dos de ellos. Uno en el que, según mi punto de vista, se prioriza un mundo objetivo sustentado en la acción. En este caso me estoy refiriendo a “Número”. Número es un término militar usado para referirse a un solado raso. El cuento empieza haciendo un flash back ya que empieza por el final: El encierro en el calabozo del suboficial Apaza, jefe de la banda de músicos, por parte del sargento Alanoca, en cumplimiento de la orden del teniente Rodríguez. A partir de este hecho el narrador hace un retroceso para relatarnos las horas previas al encierro del suboficial Apaza. El conflicto que da vida a la historia es la fuga de un soldado. Esta mala noticia llega a la sala de prevención donde conversan el sargento Alanoca y el teniente Rodríguez, entre copas de licor para vencer el frío intenso de las pampas de Ilave. Entre trago y trago comentan la situación atormentada que viven por causa de la guerra interna que caracteriza a la sociedad peruana de aquella década de los noventas. La fuga del “Número” los pone más nerviosos, mucho más desesperados, debido a que podían ser atacados, en cualquier momento, por las fuerzas subversivas. Entonces, el teniente hace lo que corresponde: Ordena al sargento Alanoca a que acompañe al suboficial Apaza para que atrapen a aquel “Número” donde fuera que estuviese y lo traigan de regreso, sin dudas ni murmuraciones. Este viaje en bicicleta a la comunidad donde vive el “Número” está lleno de anécdotas que dan tensión al relato. Luego, los comisionados ubican al fugitivo en su comunidad, donde se encontraba escondido. Entonces, desoyendo los ruegos lastimeros de los padres del soldado, cumplen con la orden como debía ser. En el desenlace, el lector espera que, habiendo los comisionados atrapado al fugitivo, el teniente Rodríguez iba a ordenar el encierro del “Número” en el calabozo, por el delito de deserción. Sin embargo, hay un final sorpresivo: El teniente Rodríguez ordena encerrar al suboficial Apaza por haber permitido con su irresponsabilidad la fuga del soldado. Como se verá, hay en el cuento una estructura circular y, en el desenlace, un final sorpresivo: Cuando todos esperábamos, con razón indiscutible, el encierro del “Número”, el narrador nos golpea con ese final imprevisto.
El segundo cuento titula “Viviendo con Paty”. Este texto es diferente al que acabo de comentar. Aquí no se privilegia el mundo objetivo, sino, el mundo subjetivo, lo cual no quiere decir que el autor haya anulado la acción. La acción de este cuento es intrascendente, anodina; los personajes, son igualmente, cotidianos, simples, como cualquier persona sumida en la convulsión apabullante de una ciudad donde tiene que enfrentar las contradicciones de la modernidad y sus propias contradicciones. El foco narrativo es la ciudad de Arequipa, de donde Paty, la pareja de Mark, viaja un sábado cualquiera hacia Mollendo, con la promesa de retornar pronto y buscar a Mark el lunes a las cinco de la tarde en el cuarto que este último alquilaba en un lugar de la ciudad. Eso es todo. Pero, mientras Mark espera la llegada del lunes, le entra dudas acerca del amor que siente por Paty. Algo más, cuando va yendo camino de su casa se encuentra en un bar con sus amigos de la Universidad, bebe con ellos, baila con prostitutas, se emborracha como todos sus contertulios. Al filo de una ebriedad completa visita otra discoteca donde bebe y baila con prostitutas hasta que conoce a Andrea, una mujer muy hermosa, de caderas redondas y piernas poderosas. Se emborracha mucho más. Está bailando con Andrea y no recuerda más. Al final aparece en su propio cuarto con el cerebro en blanco. Y como es domingo sufre los estragos de la resaca y no tiene más consuelo que esperar la llegada del lunes y sea las cinco de la tarde para encontrarse con Paty.
Este cuento se caracteriza por la descripción del paisaje interior, es decir, de los procesos tan complejos que ocurren en la conciencia de un joven estudiante: Dudas, deseos, ideales, lujuria, frustraciones; finalmente, resignación de “sufrir” en un mundo real tan pleno de las contradicciones que caracterizan al siglo que vivimos. Precisamente, estos rasgos le otorgan al cuento cierta ternura que termina atrapándonos porque, finalmente, son nuestras propias preocupaciones y nuestras batallas anónimas para ajustar nuestra conducta a mundo cada vez más deshumanizado, más agitado, más indiferente. Esta narración representa la lucha de un hombre - grotesco en su morfología o en sus percepciones- por preservar su individualidad en medio de todo aquello que concibe como una pesadilla materialista de la vida contemporánea, que es la paradoja principal de nuestro tiempo.
Varios de los cuentos contenidos en “Bajo la lluvia” tienen las rasgos de “Viviendo con Paty”, en los que se privilegia la descripción del paisaje interior. Se debe aclarar que éste es el rasgo principal de los cuentos post modernos, aunque ya los había utilizado genialmente James Joyce, allá por los años cuarenta del siglo pasado, tanto en los “Dublinenses” como en “Ulises”; ésta última, una de las obras más importantes del siglo XX. No puedo concluir este artículo sin felicitar a Juan Carlos Ortiz Zantalla por haberse animado a publicar esta obra “Bajo la Lluvia” que, siendo su primer libro, constituye un reto para el mismo autor. Significa que deben llegar nuevos libros de su autoría, con la misma o mejor calidad que este su hijo primerizo. Pido disculpas por algún desliz cometido en la producción de este texto. Y creo que se me debe dispensar en tanto yo soy escritor y no crítico literario. Este comentario no es sino fruto del nivel crítico de mi comprensión lectora, y nada más.

Publicado en el diarios Los Andes, en agosto del  2009

lunes, 4 de abril de 2011

DIARIO DE LECTURA: Bajo la Lluvia de Juan Carlos Ortiz

LITERATURA


Bladimiro Centeno Herrera

El cuento, como género literario en el Perú, ha adquirido autonomía recién en la primera mitad del siglo veinte. “Ushanan-jampi”, “La Granja Blanca”, “El alfiler” y “El Caballero Carmelo” son las primeras obras clásicas que han propiciado la gran diversidad y calidad estética que actualmente exhibe el cuento peruano.
En las regiones, el cultivo de este género se inició muy tardíamente. El cuento puneño, desde una perspectiva panorámica, se constituye con Luís Gallegos, Jorge Flores-Aybar y Feliciano Padilla. Se consolida con Elard Serruto, Adrián Cáceres y otros que publicaron algunos títulos sueltos. Pero toda esta muestra narrativa todavía permanece bajo la influencia del indigenismo idílico y el cosmopolitismo imitativo que se traducen en el excesivo anecdotismo, precariedad argumental, personajes esquemáticos y limitado dominio del lenguaje narrativo.
En estas condiciones, Juan Carlos Ortiz (Puno, 1970), con la publicación del libro de cuentos Bajo la Lluvia (Lago Sagrado Editores, 2009), marca una ruptura estética en el contexto del cuento puneño. La lectura de los nueve títulos que conforman la obra ofrece una sorpresa muy gratificante en la medida en que el autor estructura en los cuentos una visión poco habitual del mundo andino, incorpora personajes inmigrantes del altiplano puneño en la región de Arequipa e introduce un lenguaje narrativo sobrio, mesurado y simbólico.
El cuento titulado “Número” presenta una situación militar en la que los personajes viven envueltos por una atmósfera de violencia andina y estructura militar bastante jerárquica. La historia relata la persecución nocturna que emprenden el Sargento Alanoca y el Suboficial Apaza (bajo las órdenes del Teniente Rodríguez) para capturar a un recluta que acaba de desertar del cuartel. La travesía se realiza bajo el azote de la lluvia, el temor de ser emboscados por los terroristas y el riesgo de vida que implica transitar de noche en el altiplano puneño.
En “Tres renglones y una equis”, los guardias civiles de un puesto policial (ubicado en un lugar del altiplano puneño) escuchan noche tras noche ciertos ruidos en la oficina principal del mismo, interrumpiendo sus sueños, activando temores y especulando las posibles causas reales (incursión de un ladrón) o imaginarias (almas en pena de policías fallecidos) que pudieran ocasionar esos ruidos nocturnos, hasta que por fin se enfrentan con el agente de esos hechos fantasmagóricos.
En “Conversación de la lluvia” compartimos el monólogo de un niño en edad escolar que experimenta la soledad hogareña, la nostalgia por la ausencia de otros niños con quienes compartía los juegos infantiles, la soledad del pueblo por las sucesivas migraciones, mientras la lluvia azota los techos de las casas abandonadas y fantasmales.
En “Regreso”, como una contraparte al cuento anterior, Nicanor retorna al pueblo de Zepita con el fin de encontrarse con su madre que está a punto de morir (según las noticias de su hermana) y, en el trayecto, realiza un retorno espiritual a sus orígenes, como una forma de compensar las constantes ausencias, nostalgias y desarraigos que ha sufrido en la ciudad de Tacna. Sin embargo, este color claro de sus recuerdos infantiles termina convertido en el color oscuro de la muerte anticipada de su madre.
En “Confesión”, Alfonso, mientras se distrae con el voyeurismo de una bañista en un edificio, para no llegar temprano a la casa donde se encuentra Irene, su mujer, reflexiona sobre el vacío del amor, el desgaste del placer y el deterioro de aquellas emociones juveniles, rituales hogareños y atracciones de sensualidad de las primeras épocas de matrimonio.
En “cumpleaños”, Milagritos, una niña inocente de pocos años asiste al deterioro moral de su joven madre, Sandra, de apenas veinticuatro años, que ha sufrido un fracaso amoroso, ausencia de familiares de la misma y las carencias económicas que la obligaron a disipar su vida, convirtiendo a la niña en víctima de los sentimientos de frustración de la madre.
En “Viviendo con Pati”, el narrador indaga sobre el sentido del amor, la naturaleza de su relación con Pati, mientras ella se ausenta por el fin de semana y él experimenta la prisión de sus deseos, en ciertos locales nocturnos junto a mujeres exóticas, convirtiendo la incursión nocturna, en su estado de embriaguez, en un viaje fantasmagórico.
En “Tarde de sábado”, Javier, sentado en un parque, contempla algunas escenas afectivas entre las distintas parejas, mientras trata de suprimir sus frustraciones maritales con Pati, como producto de la pobreza, violencia machista y caos hogareño. El cuento activa motivos tales como la ausencia, soledad e incomunicación, en un ambiente urbano opresivo, nada idílico, donde el deseo de libertad está oprimido por la desidia insustancial de la vida cotidiana.
Y, en “Bajo la lluvia”, Alberto y el narrador, dos jóvenes universitarios en una ciudad distante de la suya, que conservan cierta complicidad vital con el fin de sobrevivir a las carencias, soledades y desarraigos, emprenden una pequeña aventura por la ciudad para proveerse de alimentos a través de algunos parientes o conocidos y buscar mujeres como una manera de olvidar los problemas individuales en un país convulso.
Estos títulos están ordenados desde aquellos que enfatizan el ambiente social hasta los que profundizan la problemática individual. Los cuatro primeros cuentos dan relevancia a la problemática social de los habitantes andinos que ponen en tensión sus propias condiciones de vida. Los cinco siguientes indagan sobre la problemática individual de los inmigrantes del altiplano puneño en la ciudad de Arequipa, sumidos en el desarraigo familiar, sentimientos de soledad y desintegración del ser.
En ese sentido, Juan Carlos Ortiz pretende ofrecer un nuevo retrato del hombre andino. Los argumentos, aparentemente, son bastantes simples. Pero estas simplicidades constituyen verdaderas puntas de iceberg de situaciones sociales mucho más complejas y tensas.
Los personajes están caracterizados como seres condenados a la carencia, ausencia, nostalgia, desarraigo y deterioro moral como producto de las migraciones que ha sufrido el hombre andino moderno. Y viven una permanente desintegración del ser como consecuencia de la constante opresión del ambiente social que reduce las libertades individuales.
Como gran asiduo lector de los cuentos de Hemingway y Bellow, y amante del cine europeo, elabora historias cotidianas que poseen un alto grado de simbolismo, profunda dimensión humana y construye ambientes desde una perspectiva cromática donde los colores adquieren un valor metafórico.
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Articulo tomado del diario “Los Andes”, de abril 2009.

Bajo la lluvia, una aproximación

LITERATURA

Luis Pacho*

Con un total de nueve cuentos de diversa temática, el narrador puneño Juan Carlos Ortiz, publicó el año 2009 el libro de cuentos Bajo la lluvia con el auspicio del sello Lago Sagrado Editores. Ha transcurrido algo más de dos años, y el autor, a no dudarlo, se ubica entre los narradores más importantes de la última generación en Puno.
El primer cuento que leí de Juan Carlos titulaba Cumpleaños, publicado en la Revista Universitaria de literatura, arte y cultura de la UNA - Puno del año 2001. Este cuento, ahora inserto en el libro, desde mi modesto punto de vista, es uno de los mejor logrados, y que refleja de manera más cercana la crisis, el desasosiego y la tragedia humana, en el que la sociedad de hoy parece inevitablemente desandar.
Sabíamos del trabajo insular del autor, pero desde la publicación de aquél cuento, esperábamos un libro orgánico que se sume a creciente tradición narrativa que se gesta en Puno con escritores como Feliciano Padilla, Jorge Flórez, entre otros. Hasta que luego de algunos años, tenemos el libro orgánico.
Es verdad que el cuento nos acompaña desde la infancia. Desde cuando temerosos e ingenuos escuchábamos relatar a nuestros memorables abuelos todas aquellas historias que a veces nos emocionaba, nos inquie¬taba, nos alegraba, nos entretenía y algunos nos aterraban. Más adelante nos acompañaría en la escuela, con aquel clásico “Había una vez...”. El cuento es pues eso, relatar, contar, narrar; en el que uno o varios personajes desarrollan acciones simples o complejas entre sí. Demás está decir que estas acciones tienen que ser significativas. En ¬otras palabras, el tema tiene que ser interesante. Recordemos que la finalidad más antigua del cuento es la de entretener. Y entretener supone, coger por un tiempo el interés y la imaginación del lector y tenerlo atado a la intriga y al desenlace. Cualidades que el libro Bajo la lluvia guarda cuidadosamente.
A decir de Ricardo Sumalavia, se pueden distinguir tres vertientes de narración aplicables tanto a la novela como en el cuento de los noventa: 1) Los llamados “neorrealistas exacerbados”, con libros cuya preocupación era establecer, cuestionar y minar el nuevo espacio habitado por una juventud sin mayor norte que entregarse a las vicisitudes del momento. (Aquí se me viene la memoria aquel ya clásico Matacabros de Sergio Galarza, por ejemplo). 2) Los narradores que asumieron el reto de dar cuenta de la violencia subversiva e institucionalizada que atravesó el país entre los ochenta y noventa; y, 3) Los narradores que experimentaron lenguajes y temas distintos, con libertad de fabulación, donde la creación literaria, sus mecanismos, el diálogo permanente entre los propios textos, son lo primordial.
Creo que desde esta perspectiva, Ortiz ubica sus cuentos entre la segunda y la tercera clasificación. Sabemos que muchos escritores que han escrito sobre el tema de la violencia, lo han hecho desde diferentes ópticas, unos comprometiéndome con uno u otro lado, otros denostándola, otros recordándola o simplemente mencionándola. Miguel Gutiérrez, respecto de este tema señala: “Como todo acontecimiento histórico, la guerra interna en el Perú de la década del 80 y primeros años del 90, por su complejidad y dureza, significó un reto para todos los intelectuales, escritores y artistas, no pocos de los cuales se vieron en la necesidad de decir su palabra o de expresarse en las formas que les eran más propias.”
Violencia o guerra interna que se abordó desde la narrativa, la poesía, el cine, las artes plásticas, la música, el teatro, etc. Reitero, aunque sea como una leve reminiscencia y muchos años después, como ocurre en dos cuentos del libro objeto del presente comentario.
No obstante ya adelanté una breve opinión respecto del libro, el cual agradezco al editor y al autor del libro, considero que este momento es preciso y oportuno para reiterar que, Bajo la lluvia muestra una variedad de cuentos con una diversidad temática seleccionada cuidadosamente por el autor, fruto de la experiencia, el oficio y el empleo correcto de los recursos literarios. Con una leve reminiscencia de la década de la violencia en el Perú de los 80’ en los cuentos Número y Tres renglones y una equis, el universo narrativo de la mayoría de cuentos discurre, como en una línea ascendente, desde los pueblos urbanos altiplánicos hacia las urbes de mayor confluencia, donde asoma con nitidez el rostro de la modernidad, en este caso Puno y Arequipa. En el cual, la vida cotidiana, la nostalgia y el amor, son contados desde una óptica diferente, sin caer en el telurismo con que se moteja la literatura escrita en esta parte del sur del Perú.
Por el mismo título del libro, la presencia de la lluvia como telón de fondo es ineludible. No sólo como presencia física. No sólo como la metáfora de la soledad y el desasosiego. Sino también como la muestra de una narrativa actual y escrita con un buen tratamiento del lenguaje. Como las lluvias del altiplano: límpida, sutil y vivificante.
* Luis Edgar Pacho Poma.- Codirigió la Revista de Literatura PEZDEORO. Ha publicado Geografía de la distancia (Lima, 2004) y Horas de sirena (Lima, 2010).

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Artículo tomado del diario “Los Andes”, 13 de marzo 2011.

sábado, 12 de marzo de 2011

Kurosawa, el pintor y cineasta humano

Juan Carlos Ortiz Zantalla

Akira Kurosawa (Japón, 1910–1998), es uno de los cineastas más reconocidos en el mundo, con extraordinarias películas cuya temática gira en torno a la cultura japonesa de la cual proviene (la ancestral y la contemporánea) y también ciertos tópicos de la cultura occidental que lo atrajeron bastante. De la extensa filmografía de este realizador, en este artículo tocamos “Los sueños, de Akira Kurosawa” (1990), porque en ellos en cierto modo, podemos hallar la síntesis de las preocupaciones existenciales de este director, las cuales conforman la temática de su filmografía. El motivo de estos párrafos, los cien años de su natalicio.
“Los sueños…” es una película hecha en ocho capítulos, o cortometrajes. Cada “corto” lleva un rótulo, algunos de estos son bastante poéticos como si fueran títulos de cuadros, aunque esto depende de las traducciones que se hacen, por ejemplo: “La luz del sol a través de la lluvia”, “El huerto de los melocotones”, “La aldea de los molinos de agua”, “La ventisca”; los otros títulos: “Cuervos”, “El túnel”, “El monte Fuji en rojo” y “El demonio llorón”. Junto a otros dos trabajos (“Rapsodia en agosto” de 1991 y “Madadayo” de 1993), “Los sueños…”, es considerado como uno de los legados finales de Kurosawa.
En el mundo de los creadores: pintores, poetas, novelistas entre otros, la muerte suele ser un tema constante, persistente, en el caso de Kurasawa, este tópico también se presenta no sólo en su obra sino que también en su propia vida. Si tomamos en conjunto los ocho capítulos o cortometrajes de “Los sueños…”, en los siete primeros la muerte está presente, de forma directa o indirecta, además del pesar por el modo de existir, sólo el último capítulo es un canto a la vida.
Los primeros dos cortometrajes (los agruparemos hasta donde sea posible para comentarlos): “La luz del sol a través de la lluvia”  y “El huerto de los melocotones”, muestran a la cultura japonesa en una especie de visión del país del sol naciente, marcados en la vestimenta y música tradicional. En el primer “corto”, un niño desobedece a la madre y se interna en el bosque a ver a la procesión nupcial de los zorros, manifestación prohibida de ver. Por esta desobediencia, el niño debe cumplir con la tradición que se manifiesta en el diálogo de la madre al niño junto a la entrega de un puñal, el muchachito debe acabar con su vida por propia mano, se supone a través del haraquiri, por haber hecho lo prohibido.
En el segundo cortometraje (“El huerto de los melocotones”), Kurosawa muestra su preocupación por uno de los problemas por los que atraviesa el mundo, la destrucción de la naturaleza, representada en la tala de los árboles de melocotón visto a través de la mirada de un niño. El pequeño, conducido por una aparición (otra niña) que él solo ve, llega al huerto de los melocotones, allí los espíritus de los árboles, o lo que podría ser el espíritu de la naturaleza, se manifiesta esplendorosamente a través de la danza, la vestimenta y música japonesa. Esta especie de “deidades”, comunican al niño que nunca más volvería a ver el huerto de los melocotones, por haber sido talado.
Kurosawa en su filmografía, ha mostrado siempre una preocupación por los grandes temas humanos y por los grandes problemas por los que atraviesa el mundo. En este segundo corto lo manifiesta, y en algunos otros como en “El monte Fuji en rojo” y “El demonio llorón” más claramente. Esta preocupación podría decirse, “En los sueños…”, está representada en la mirada reflexiva y preocupada del niño frente al melocotonero, en la última toma de este segundo corto.
En el tercer cortometraje (“La ventisca”) Kurosawa parece comunicarnos que la perseverancia del hombre es la única forma de vencer la adversidad. Pareciera decirnos que después de la tormenta la calma siempre llega. En este corto los alpinistas que son los personajes, buscan extenuados el camino a su refugio en medio de una tormenta de nieve, luego de un tremendo esfuerzo se dan por vencidos, sólo el protagónico se mantiene firme, incluso se deshace de la seducción de la muerte, y finalmente encuentran el camino.
La estupidez de las guerras se pone de manifiesto en “El túnel”. Un soldado, al parecer un oficial, de regreso a casa después de la guerra, atraviesa un túnel, de él emergen literalmente los fantasmas de la guerra, un regimiento de soldados muertos y antes uno sólo. En diálogos explicativos el oficial vivo se escusa ante los muertos por lo absurdo de la guerra y por los errores cometidos a través de sus ordenes.
En “Cuervos”, Kurosawa deja notar su apego por la pintura, de hecho el realizador, estudió pintura antes de ser director de cine, experiencia que influyó fuertemente en su filmografía. En este cortometraje el realizador da un paseo por los cuadros de van Gogh a través del personaje del corto, por los paisajes y los colores fuertes del pintor holandés.
“El monte Fuji en rojo” y “El demonio llorón”, son los dos cortometrajes en los que de manera directa muestra los grandes desatinos del ser humano. En el primero una planta nuclear estalla detrás del monte Fuji, Japón es tan pequeño que no hay escapatoria para los ciudadanos, la radiación los alcanzará de todos modos. En el segundo cortometraje, al igual que en el anterior, los diálogos buscan hacer reflexionar sobre los desatinos humanos. El escenario del corto es desolador, después del uso de armas nucleares todo queda destruido y contaminado, y, dolores intensos por hambre asedian a los demonios (sobrevivientes de la catástrofe nuclear, castigados con deformaciones), uno de ellos manifiesta que antes de todo aquello era granjero, y que echaba litros y litros de leche al río con la finalidad de elevar los precios de este alimento en el mercado, que estupidez se lamenta.
“La aldea de los molinos de agua”, el último cortometraje de “Los sueños…”, es un canto a la vida. A pesar de los desatinos que comete el ser humano y lo terrible que puede ser la existencia, el realizador nos dice que estar vivo, después de todo, es maravilloso. Este último cortometraje tanto en imágenes como en diálogos, es extraordinario. En él, un hombre joven (visitante en la aldea) habla con un aldeano anciano, sobre lo bueno que es vivir como la naturaleza lo señala, y que los inventos y   comodidades de la vida moderna, desnaturalizan al ser humano.
Este último capitulo (“La aldea…”) cierra “Los sueños…” con la defensa de la vida y la naturaleza, y se convierte en uno de los últimos testamentos de Akira Kurosawa a la humanidad. En él, el realizador parece señalar el cómo debe vivirse, en armonía con todo lo que nos rodea. Aproximémonos a la obra de Kurosawa, para ver el mundo con ojos más humanos.
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Se publicó en el diario “Los Andes” el 18 abril de 2010.

EN BUSCA DE LA MADUREZ. “BUSCANDO A PAPÁ”

CINE

Juan Carlos Ortiz Zantalla

El cine hecho en la región de Puno, se halla en lo que podría llamarse, el umbral de la madurez, al menos así lo muestra Flaviano Quispe (Juliaca, 1960), con su tercera entrega: “En busca de papá”.
En estos últimos años, primeros del presente siglo, se ha venido haciendo cine sostenidamente en Puno, Juliaca e incluso en provincias, presentándose trabajos diversos que con facilidad podrían llegar a la veintena, entre los que destacan: “El misterio del Kharisiri” (2004) de Henry Vallejo, filme que comentáramos en su momento en la revista “El pez de oro”; “Amor en las alturas” (2008) de Percy Pacco Lima; y, este último, “Buscando a papá” de Flaviano Quispe.
Flaviano empezó con “El abigeo” (2001), una película que carecía de un trabajo pulido en diferentes aspectos que el cine exige, elementos que fueron mejorando en “Juanito el huerfanito” (2004), hasta llegar a este último trabajo mejor elaborado que, se estrenó simultáneamente en casi todo el sur del país (Arequipa, Tacna, Moquegua, Puno y Juliaca).
Flaviano desarrolla sus historias en un contexto “particular”, nos referimos desde luego al contexto andino, rural, y, los temas y situaciones que toca, son igualmente andinos. Este es uno de los méritos de Flaviano, al menos en estos trabajos de inicio, puesto que, al apostar por una “temática” rural que tiñe su filmografía, suma al panorama del cine nacional, un matiz diferente, en medio de un cine y televisión que muestra un paisaje urbano casi en su totalidad. 
El director en esta última entrega, toca una vez más la orfandad como tema,  orfandad que arrastra desde “Juanito el huerfanito”, e incluso podría decirse desde “El abigeo”, aunque en términos metafóricos en aquel trabajo, y que al parecer, se proyectaría a su siguiente película, “Sobrevivir en los Andes” (en proyecto, cuyo guión ganó el concurso de CONACINE). El dolor, la miseria, la desesperanza y la muerte, son tópicos que también vuelve a tocar en “Buscando a papá”, que en este filme, por supuesto, son tratados con mayor prolijidad.
La película está organizada, podría decirse, en tres episodios. El primero estaría constituido por la relación “forzada” entre Alicia (Marina Anco), una joven campesina y, Gustavo (Gustavo Cerrón) el policía, hasta el nacimiento del hijo de ambos. Esta primera parte del film, inicia con una fiesta de pueblo, en ella, Alicia y Gustavo se conocen. Gustavo se aproxima a la muchacha en medio de la festividad con intenciones deshonestas, y, convence a la joven para llevarla a su casa a las afueras del pueblo, en ese ínterin, ésta es abusada sexualmente por aquel. Es en este punto en el que se inicia la parte sustancial de la “cinta”. La muchacha quedará embarazada, y, por supuesto, el policía prohíbe que la joven tenga el hijo. Tras el nacimiento de José (Franck Miranda), el hijo, Alicia irá a buscar al padre, quien desaparece del pueblo y de la vida de la joven con argucias de traslados laborales.
El segundo episodio abarcaría desde el nacimiento de José hasta la huida de casa. En ese periodo, el niño padecerá la experiencia de crecer sin la presencia paterna y todos los inconvenientes que trae dicha situación a esa edad. El tercer episodio está conformado por la búsqueda del padre, luego que José descubriera que aquel no había muerto.
Flaviano muestra en este filme, en la superficie, la realidad del sufrimiento en el campo, con momentos intensos de dramatismo. Y, en un plano algo más profundo, muestra a dos sociedades distintas interactuando, encarnados en los personajes de Alicia (joven campesina) y Gustavo (policía de origen citadino, limeño), y deja ver las diferencias que existe, diferencias de poder de una sociedad sobre otra.
Esta es una historia llevada acertadamente, que se traduce en el ritmo logrado de la película. A esto contribuyen las actuaciones, sobre todo la experiencia del actor limeño Gustavo Cerrón en la primera parte, con diálogos adecuadamente formulados (falencia frecuente en los filmes que se han hecho en Puno hasta el momento). Y, la actuación de los otros protagónicos, Marina Anco y Franck Miranda, que muestran una interpretación más que aceptable. En la misma línea van los secundarios, con interpretaciones adecuadas a los roles desempeñados en la historia, dándole a la película un nivel de actuación a considerar, tratándose sobretodo de interpretes puneños en su mayoría, de poca experiencia o ninguna.
Aunque la primera escena de la “cinta” que abre la película, en la versión del estreno no es del todo atractiva (mejor en las siguientes proyecciones), se puede apreciar desde el inicio las bondades y aciertos técnicos del filme. Por ejemplo en la fotografía, en la que los primeros planos en la confrontación entre Alicia y el Policía, le dan un aspecto visual destacable a la película, al igual que los planos que describen el paisaje. En cuanto a la luz, sin muchos problemas en los exteriores, es interesante y destacable como se realiza la iluminación en interiores, puesto que en el ámbito en que transcurre la historia (zona rural), no existe luz eléctrica; y a esto se suma el trabajo con una cámara digital.
Otros aspectos técnicos a destacar, es el uso mesurado de la música, en comparación a las producciones anteriores del propio Flaviano y otras realizaciones, en las que se abusa sin mucho criterio de este recurso que acompaña a las imágenes. En cuanto a la edición, ésta  deja ver una historia que corre sin tropiezos, aunque en las escenas finales se observa un inconveniente en la alternancia de unas escenas con otras (los sucesos del viaje de retorno de José y la atmosfera tensa en casa de Gustavo en la ciudad de Puno). Los elementos visuales más destacables están en el primer tercio, y uno de ellos es el parto de Alicia, una escena muy bien lograda digna del buen cine.
“Buscando a papá”, es una película bien hecha y tremendamente superior a los trabajos anteriores del mismo director y al de otros intentos hechos en la región.  Con este trabajo Flaviano Quispe deja ver su madurez como realizador, entregándonos un  filme de narración sobria y destacable en la filmografía hecha hasta la fecha en la región de Puno.

FICHA TÉCNICA
Buscando a papá
Estreno: 2008-09-06, en la ciudad de Puno
Dirección: Flaviano Quispe
Producción: Zacarías Quispe, Darío Quispe, Mauro Martín Quispe, Salomón Ticona
Guión: Jaime Luna,  Flaviano Quispe, Humberto Saco
Edición: Germán Quispe
Fotografía: Rafael Millan, Salomón Senepo
Música: Julio C. Leonardo
Intérpretes: Marina Anco, Gustavo Cerrón, Franck Miranda
Duración: 130 minutos
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Se publicó en el diario “Los Andes” en setiembre de 2008.

miércoles, 9 de marzo de 2011

EL KHARISIRI EN LAS SALAS DE CINE


Juan Carlos Ortiz Zantalla


Henry Vallejo es un joven realizador puneño que cursó estudios universitarios en la carrera de Comunicación de la Universidad Nacional del Altiplano, e hizo estudios de producción televisiva en Lima. Hace algunos años atrás, Vallejo nos sorprendió gratamente con un trabajo inicial breve en el que daba a conocer su interés por el cine, no como un simple aficionado entusiasta de momento, sino con la preocupación de quien quiere hacer de su gusto por algo, un oficio serio. Romato, título de este primer trabajo, es un cortometraje bien narrado que ganó el primer premio en un festival de cortos en la ciudad de Arequipa, para el cual, el realizador cuidó de algunos detalles como el de los actores principales traídos de fuera, la edición, los equipos usados, etc. En este corto, aborda la historia de una pareja joven y un misterio que el protagonista busca descubrir con ansias. Romato es una historia redonda aunque con algunos inconvenientes menores, que, en su momento, hizo esperar de su realizador un trabajo de mayor envergadura.
            Luego de algunos años, en efecto, Vallejo nos presenta un trabajo mayor, su primer largometraje que acaba de estrenarse: El misterio del Kharisiri (2004). En él, vuelve sobre los dos motivos del cortometraje citado, la pareja que el protagonista busca concretar en este caso, y, el motivo mayor, el misterio, a través nada menos de uno los personajes más temidos de los dos existentes en la tradición andina, el Kharesiri y el Kucho. Al igual que en Romato, los protagonistas de la historia también son jóvenes, en este caso, periodistas que buscando la noticia tropiezan con infaustos personajes de carne y hueso que buscan la grasa de sus victimas y en el caso más espeluznante, el sacrificio humano a cambio de fortuna personal a cualquier precio. La historia ocurre en la actualidad, y está ambientada en escenarios básicamente naturales circundantes a los pueblos del sur del departamento de Puno. La naturaleza que posee el mundo andino, se presta para que los personajes salidos de estos paisajes, discurran por él acostumbrados a su medio, desenvolviéndose en la magia de sus tradiciones y ritos que acompaña su interacción con el medio natural y social.
Los jóvenes periodistas, la reportera Mariela Castillo (Jessica Rivera) y el camarógrafo (Waldo Callo), poco entienden de este mundo culturalmente diferente al de la ciudad. El segundo, a partir de perder de vista a la compañera de labor, por quien se siente atraído y responsable, empieza a desentrañar ante sus ojos el misterio temible que envuelve al Kharisiri y al Kucho.

PUESTA EN ESCENA

La cinta inicia con una impactante obertura en el que se plantea de inmediato el carácter siniestro del Karisiri, su transfiguración, al que Paúl, el camarógrafo, deberá hacer frente a través de ciertos personajes que pueden “combatirlo”. El detonante de la acción, se inicia con la separación intempestiva de los periodistas durante el viaje hacia un pueblo aimara, en el que deben averiguar sobre el hurto de dinero y la muerte de un individuo vinculado al gobierno municipal. Paúl, no encuentra a la compañera de trabajo en el pueblo que celebra su fiesta patronal. En las averiguaciones sobre su paradero, tropieza con la dueña del restaurante en el que Mariela debía esperarlo, esta mujer es quien le advierte la probabilidad de la presencia del Karisiri. El camarógrafo, incrédulo, decide recurrir a la policía y allí conoce al teniente que rescatará a la reportera casi al final del filme y al policía que esconde un segundo trabajo temible.
Los resultados iniciales de la búsqueda son ineficaces, por lo que Paúl haciendo caso a la sugerencia de la mujer de un restaurante, recurre a Máximo (Eloy Condori) curandero que lee en coca el paradero de la joven desaparecida y que luego salvará de la muerte en un rito ancestral andino en un combate con el mal, representado en la alegoría que enfrenta a dos incas remotos en una lucha frontal. El protagonista en su búsqueda, tropieza con muchos otros personajes que aportan a la cinta una riqueza variopinta, además de un contrapeso entre la tradición rural de los andes de esta parte del país y la formalidad occidental representada en el médico como hombre de ciencia.
Los momentos más destacables de la cinta, se encuentran en la obertura del filme, el paseo a la playa de los jóvenes reporteros, el viaje en bote hacia la isla que lleva al encuentro con Máximo, el rescate de la periodista, la escena del hospital y el pasaje final en el que se da la lucha entre los curanderos intercalando la alegoría con el rezo del ritual. La interpretación de los actores, sobre todo la de los secundarios, resulta de un nivel interesante, mucho más cuando se trata de actores que nunca hicieron cine o nunca actuaron, no así, lamentablemente, el del protagónico que discurre por una interpretación mas bien plana, de poca reacción dramática ante sucesos importantes y sobrecogedores que se dan en la cinta. La única exigencia que afronta, sin convencer, es en el dialogo final con el amigo y colega, Coco (Israel Aparicio), que lo acompaña de cerca en la búsqueda de la joven, en la parte final del película.  
Este primer largometraje puneño, es un filme bien hecho en el que se ha cuidado los  aspectos técnicos que toda realización necesita: el manejo de cámara, la fotografía, la edición, el ritmo, etc. Sin embargo, existen algunos defectos en la cinta como el sonido en la parte técnica y otros en el guión. En este último, se cometen deslices en la narración de la historia, como la escena de la iglesia y el cura, que no aporta nada al progreso de la trama, excepto un concepto visual interesante y hasta estético. En esta misma línea, está la escena en el que Paúl revisa la grabación que hiciera en la playa, en la pantalla de la cámara aparece inesperadamente un par de piernas ensangrentadas que no había filmado. Este motivo, no aporta igualmente al desarrollo de la historia, excepto, en la tensión de momento, desperdiciándose el recurso más ingenioso y grande de la cinta que debió desencadenar la averiguación sobre el temible personaje. La reacción del protagonista es de simple miedo momentáneo que después echa al olvido. Otro hecho importante y más visible, son los diálogos del protagónico y los personajes más próximos a él, que son de una pobreza reiterativa en el contenido, abusando de las palabrotas porfiadamente. No se reconoce en ellos, en los diálogos, a profesionales que se desenvuelven en una carrera, la del periodismo.
A pesar de estos inconvenientes que son menores y que no afectan a la cinta en el resultado global, El Misterio del Kharisiri, es un  buen filme con el que resulta grato encontrarse en un contexto regional en el que se han producido algunas películas de pocos atributos, y grato, a su vez, en el contexto nacional cinematográfico en el que se propone un cine de provincia con tema de provincia y de calidad. Es un buen debut de Henry Vallejo, del que esperaremos en el futuro trabajos exitosos como el que marca su inicio.

FICHA TÉCNICA

Dirección: Henry Vallejo; Guión: Henry Vallejo, Elard Serrato, Wilson Gomes; Fotografía: Henry Vallejo, César Vallejo; Montaje: José y Carlos Vallejo; Interpretes: Jessica Rivera, Waldo Callo; Producción: Puno-Perú, 2004;
Duración: 122 minutos

 
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Texto publicado en la revista “Pez de oro”, en el Nº 9 de febrero-abril del 2005

APUNTES PARA LA REVISIÓN DEL CUENTO AIMARA Y CUENTO ANDINO EN GENERAL

Juan Carlos Ortiz Zantalla


INTRODUCCIÓN
Los tres tópicos que vemos en este texto (De los géneros, Géneros próximos y El cuento popular), tienen por objeto revisar y de algún modo establecer, presupuestos más claros para una lectura de la narrativa oral aimara (andina en general), orientada sobre todo, en esta comunicación, al cuento o cuento popular. Por supuesto, la intención debería ir por enfocar el punto desde los presupuestos teóricos literarios en lo posible, sin embargo, prevenimos, éste es un recorrido preliminar, de carácter general únicamente.
Una lectura superficial, desde la curiosidad, del material literario de estas sociedades, o una revisión para enfocar análisis antropológicos o de otra índole, puede llevar a pensar en lo innecesario de la sistematización de estas literaturas como tales, preocupación nuestra y motivo de este texto, sin embargo, es necesario decir que, un acercamiento exhaustivo desde la literatura y sus teorías puede llevarnos a establecer sobre este gran corpus, hitos o demarcaciones que permitan manejar mejor este material, con miras a estudios más profundos. Para ello, estos tres tópicos buscan brindar pistas, ideas, que conduzcan a este fin.

DE LOS GÉNEROS
El tema género literario, en la literatura occidental, es un tópico controversial, no resuelto aún. Las controversias sobre este punto son muchas, hasta el extremo, incluso, de negar la existencia de los géneros literarios planteada por la escuela idealista por ejemplo (Garrido Gallardo, 1994: 165). Las definiciones habituales de género literario, como “apartados en que se puede dividir el conjunto de las obras literarias mediante el establecimiento de las identidades que existen entre ellas (...)” (Rollin, citado por Garrido Gallardo, 1994: 165) no resultan contundentes, porque no resuelve, en qué consiste la división de los apartados.
Los problemas principian en la denominación de los propios géneros, al interior de los cuales, hay confusiones en la rotulación  de estos, igualmente,  en las definiciones de los mismos señala Todorov, y añade: “las clasificaciones ya propuestas de los géneros son infinitas; pero rara vez se basan en una idea clara y coherente de la noción misma de género” (1983: 178-181).
La teoría literaria occidental, no ha encontrado, entonces, una solución definitiva a este tema. La clasificación más común que consigna Todorov, son las de prosa-poesía, lírica-épica-dramática entre otras menos difundidas y antiguas. Otros autores como Emil Staiger, propone la clasificación en base a los tres géneros tradicionales, el segundo de Todorov: drama, épica y lírica, no sin antes revisar, cuestionar y modificar las características o identidades de cada uno de ellos. Entre otras propuestas de clasificación, la disparidad es evidente, como una división en dos géneros de K. Hamburger, o, una división en cuatro de N. Frye, etc, (Garrido Gallardo, 1994: 173-174).
En el caso de la literatura oral aimara (extensible sin duda a la literatura quechua), que es el tópico al que apunta esta comunicación, en lo que concierne a sus formas o clases literarias, no encontramos obviamente, una teoría hecha como en el caso precedente. Para las clasificaciones en ciertas recopilaciones (nos referimos a la narrativa únicamente, foco de nuestro interés en estas líneas), se  toma como punto de referencia clasificaciones occidentales antiguas, sin mucho rigor, que involucran naturalmente, géneros como el cuento popular, el mito, la leyenda, etc., en algunos casos, en otros, simplemente no se hacen clasificaciones.
Aunque el problema de la discusión de las especies literarias en occidente puede haber perdido interés, creemos que en las culturas nativas andinas es necesario el tomarlo en cuenta, puesto que ayudaría a un mejor estudio y sistematización de la narrativa, o, de estas literaturas en general, como ya se mencionó, aun cuanto sea con fines de estudio teórico únicamente. Incluso, el utilizar clasificaciones externas a estas culturas, creemos necesarias mientras no se hagan clasificaciones propias, puesto que sirven de hitos orientadores a estudios de mayor rigor como el llevado a cabo por nosotros, del cual, este texto es un fragmento.

GÉNEROS PRÓXIMOS
El interés de esta comunicación, es la narrativa oral aimara como se adelantó, y, dentro de ésta, puntualmente el cuento o cuento popular. Para ir en esa dirección, es necesario ver los subgéneros cercanos al cuento en esta literatura, con los cuales se dan ciertos inconvenientes y confusiones, de modo que en este punto, nos ocupamos de las formas narrativas cercanas al cuento, como el mito fundamentalmente y en menor medida la leyenda y la fábula (dejados para otro trabajo). Esta observación de conjunto, tiene la intención tentativa de marcar mejor las fronteras entre estas subespecies, puesto que, a la hora de una revisión y selección exhaustiva de este material literario, por ejemplo para fines de clasificación o recopilación, se presentan dificultades de identificación puntual y certera, por los límites inciertos y/o vagos entre estos géneros.
Acerca de la proximidad entre cuento popular y mito, existen opiniones divergentes. En algunos casos, se afirma que los mitos y los cuentos populares son una misma cosa, o que los mitos son una parte de los cuentos o viceversa. En otros casos, que los mitos son completamente diferentes a los cuentos populares, o, que los mitos no tienen diferencia alguna con aquellos. A estas divergencias existentes,  se le debe agregar, además, las diferencias culturales que Lévi-Strauss observa muy bien: “se aprecia que relatos que tienen carácter de cuentos en una sociedad son mitos para otra, y a la inversa (…)” (Lévi-Strauss, 1981: 125). Son éstas las razones por las que importa revisar lo concerniente a los mitos, lo que se hará a continuación brevemente.
Para los antropólogos, el mito desempeña un papel importante en las culturas ágrafas, por tanto esta manifestación, es de gran interés para la antropología, por lo que definir el mito para esta disciplina, ha sido una gran preocupación desde siglos anteriores. Las definiciones o intentos, han sido hechos en base a las características de los mitos en ciertos sistemas o culturas, y, por las asociaciones que se les atribuyen a estos con ciertos elementos culturales.
Entre las características están el carácter serio, ceremonial, sacro de los mitos, frente a los relatos de carácter distractivo o poco serios en una sociedad. Por las asociaciones que guarda o se le atribuye, se vincula al mito con la religión y el ritual. Sobre esto Kirk da un panorama amplio, refiriendo los estudios hechos sobre el mito y las definiciones dadas por distintos autores en décadas pasadas. De este autor y de otros consignaremos algunas reflexiones o planteamientos puntuales para dar cuenta de los intentos de definición del mito que nos ayudarán a echar mejor luz sobre este punto.
Cita por ejemplo a Ernst Cassirer autor del libro Mythos und Sage bei den Griechen (1938), en el cual menciona a las figuras más influyentes del siglo XIX  en el estudio del mito, ejemplo, dice: “para Schelling (...) toda la mitología era esencialmente la teoría y la historia de los dioses” (Kirk, 1970: 23).
En otro lado señala, en el mismo libro de Cassirer-Radermacher:

como expresó L. Radermacher, mitología era el término equivalente (Deckwort) con el que la filología clásica durante todo el siglo XIX designaba la religión griega y Romana. En el siglo XX tal punto de vista subsiste: Rudolf Otto (...) estimaba el mito (junto con la magia y la creencia en las almas) ‘el vestíbulo al umbral del sentimiento realmente religioso, la turbación primera de la conciencia sobrenatural’, mientras que Northrop Frye afirmaba (...) más bien de manera banal, que un mito es ‘una historia en la que algunos de los protagonistas son dioses’ (...) (Op. Cit.: 23-24).

De este modo se definía el mito;  más contundentemente lo encontramos en la cita de E. W. Count que Kirk refiere aludiendo a los estudiosos de aquellas épocas: “En una sola cosa están los especialistas de acuerdo: los mitos son una forma literaria... que trata de dioses y semidioses” (Op. Cit.: 24). Entonces, la participación de dioses en los mitos, se constituía en estos estudios anteriores en la cualidad o en el elemento esencial del mito, descartando como tal cualquier tipo de relato.
Es importante referir estos conceptos que Kirk alcanza, porque permite estar mucho más claros sobre lo que viene a ser el mito tanto como el cuento popular, sobre todo por el cómo se define o qué presupuestos teóricos se manejan al respecto para las culturas andinas. Por ejemplo, en nuestro medio, el antropólogo y escritor José María Arguedas, en lo que se refiere a los mitos y cuentos populares andinos para el quechua, maneja similares presupuestos teóricos que los autores citados por Kirk; por ejemplo, menciona en uno de sus artículos compilados en Acerca del folklore (1991): “en los pueblos que no tienen escuelas ni colegios (gentes que viven en pueblos de la selva o en aldeas de indios en el Ande) explican el origen de las cosas que existen mediante historias de dioses” (Arguedas, 1991: 33).
En otro artículo suyo compilado en el mismo libro, señala más claramente: “el mito está vinculado con la religión. El mito es un relato, un cuento que intenta explicar el origen del mundo (...), por ejemplo el origen del hombre o la creación de las montañas (...)” (Op. Cit.: 53).
Otro de los elementos con los que se asocia al mito, como ya lo mencionáramos, es el ritual. Se argumenta que el mito se deriva de él o se origina en él. Estas teorías se pusieron de moda a partir de los estudios que se hicieron en zonas como el Oriente Próximo, Oriente Medio en las que muchos mitos están asociados a rituales. Los estudios fueron hechos por Robertson Smith y Frazer (Kirk, 1970: 25).
Sin embargo, la definición de los mitos por asociación a la religión y a los rituales, no tienen un sustento sólido. Kirk deshace estas teorías utilizando comparaciones de materiales de sistemas míticos de distintas partes del mundo, señalando que en otras sociedades nativas diferentes al paradigma clásico griego, y otros que los autores citados por él señalan, no se encuentran necesariamente vinculados a la religión y a los rituales. No encontrándose en sus argumentos, los elementos señalados, se refiere a los mitos sudamericanos estudiados por Levi-Strauss, entre otros. Estos mitos nos dice, para el caso del supuesto vínculo absoluto que se atribuye con la religión:

explican el origen de fenómenos culturales como la cocina o la cerámica pintada, o fenómenos naturales como las especies animales o determinadas constelaciones. Sus personajes son tanto seres humanos como animales, que a veces tienen poderes extraños. Pero no hay razón alguna para asociarlos en su mayoría ni ahora ni en el pasado con el culto o la propiciación, las verdaderas marcas externas de la religión (Kirk, 1970: 25)

Entonces, en otros sistemas de mitos, no se encuentra necesariamente un vínculo religioso como en los mitos estudiados por Levi-Strauss.
En cuanto a los rituales que supuestamente dan origen a los mitos o que éstos derivan de él, Kirk recurre al paradigma clásico griego para refutar esta aseveración, mencionando que tal sistema posee poco ritualismo dentro de sus mitos. Asimismo, señala otros tipos como los mitos tsimshi estudiados por Franz  Boas, aparte de Egipto, Gilgamesh y otros, los cuales en su mayor parte permanecen separados de los rituales. “Esto basta para refutar la afirmación categórica de que los mitos se derivan del ritual” concluye este autor (Op. Cit.: 38).
Después de lo expuesto, podemos señalar que los sistemas de mitos están constituidos no sólo por aquellos que en sus argumentos poseen fuerte matiz religioso y ritual, sino que también por aquellos que carecen de estos elementos y que eran considerados cuentos populares o alguna otra forma literaria.
En cuanto a la leyenda y la fábula, brevemente diremos, sobre el primero, que tiene un  carácter histórico o historizante. A decir de Kirk, son narraciones que se fundan en personajes o acontecimientos históricos (OP. Cit.: 44). Sobre el segundo, podemos decir que se trata de un relato en prosa, también en verso en la cultura occidental, que aborda una anécdota de la cual puede extraerse una consecuencia moral o moraleja, cuyos personajes suelen ser animales.
Si nos hemos referido a estas clases de relatos, es por que estos en algunos casos, son tomados indistintamente como una u otra especie, sin una distinción clara y/o explicación en las antologías o recopilaciones de las literaturas aimara y quechua. Tratándose por tanto, de clasificaciones arbitrarias.

EL CUENTO POPULAR
La relación existente entre el cuento popular y el mito es muy compleja, por lo que el cuento resulta complicado el definirlo y clasificarlo, precisamente porque puede compartir muchas veces características de forma con el mito y otras especies narrativas como ya lo mencionáramos en el punto anterior.
Así, por ejemplo, Lévi-Strauss en sus reflexiones y comentarios en Antropología estructural al trabajo de Vladimir Propp (Morfología del cuento), emplea la expresión de cuentos míticos para la subespecie de cuentos que analiza Propp, como posible denominación conveniente señala, en caso que el trabajo mencionado alcanzara una dimensión histórica (1981: 122). El propio Propp afirma, -manifiesta y cita Lévi-Strauss-, “que desde cierto punto de vista (‘histórico’ según él, pero también, pensamos, psicológico y lógico) ‘el cuento de hadas, reducido a su base morfológica, es asimilable a un mito’ ” (Propp, citado por Lévi-Strauss, 1981: 124). El autor de Antropología estructural más adelante dirá: “Propp tiene razón. No hay ningún motivo serio de aislar los cuentos de los mitos”, a pesar de las diferencias percibidas “entre los dos géneros por gran número de sociedades”. A estas diferencias de género y otras, les llama “distinciones indígenas” (Op. Cit.: 124)
Estas relaciones cercanas, junto a otros factores, han traído confusiones en el tratamiento del cuento desde el inicio de sus estudios, estudios realizados en su mayoría por antropólogos; aún hoy existen dudas, y los avances que se han hecho son en calidad de no concluyentes.  Los otros factores tienen que ver en principio con la naturaleza del cuento, acerca de la cual Kirk señala, que no hay acuerdo sobre cuál es la naturaleza del cuento popular como sí la hay del mito (1970: 47). Otro factor sería la variedad de culturas o sociedades que existen en el mundo, ya mencionado, cada una de las cuales tienen particularidades en las formas literarias que expresan.
Estos factores hacen que la  definición del  cuento sea complicada para los especialistas. Entre la búsqueda para precisar este punto importante, encontramos intentos de definiciones sin exactitud alguna, por ejemplo, Arguedas al referirse al cuento, en el artículo “Estudio del cuento”, señala que este está vinculado al mito, y expresa: “el mito es un relato, un cuento que intenta explicar el origen del mundo (...)” (1991: 53, subrayado nuestro); luego dirá el cuento “es inventado con dos fines primordiales: recrear, entretener al auditorio (oyente o lector) y para hacer resaltar las normas, las reglas que se deben respetar para vivir en sociedad (...)” (Op. Cit.: 54). Como notamos, Arguedas no define con exactitud el cuento, más bien habla de las funciones que posee o su utilidad, aunque esto puede considerarse una forma de definición.
Francesc L. Cardona, erudito en mitología romana y griega, señala que:

el cuento es un relato paralelo al desarrollo de la humanidad, pero sin notaciones sagradas. Quizá no exista ningún pueblo que no los posea y no los utilice como parte de las representaciones públicas cuyo objetivo es el entretenimiento. Su carácter es festivo frecuentemente y posee un significado ritual muy débil (Cardona, 1996: 10).  

Cardona, como vemos, también señala al igual que Arguedas, el carácter de entretenimiento del cuento, y, excluye de él, vinculaciones sagradas, refiriéndose sin duda a la participación de dioses y acaso actos propiciatorios. Asimismo, aparta la ritualidad del cuento aunque sutilmente, y no toca los rasgos normativos que señala Arguedas.
Otras definiciones como las de María Ana Portal, en su estudio Cuentos y mitos en una zona mazateca (1986), vinculan al mito con el cuento fuertemente, mencionando que entre estos dos “no existe una diferencia formal, ya que tienen una misma estructura narrativa” (Portal, 1986: 29, subrayado nuestro). Las diferencias que esta autora señala para estos dos géneros mazatecas, están en función, más bien, a distinciones que la propia sociedad en estudio señala. Nos dice que existen dos tipos de cuentos, los que se cuentan para pasar el rato o distraerse y los relatos que dicen como era la vida antes. Por tanto en la distinción mucho tiene que ver la  función social que cumplen en el pueblo mazateca. “Mientras el mito es una explicación seria en la cual se cree, el cuento es una narración graciosa que divierte” (Op. Cit.: 29). En esa línea de las distinciones, Lévi-Strauss dice: “prescripciones y prohibiciones se adhieran a veces a uno y no al otro (recitación de los mitos a determinadas horas, o durante una estación solemne, en tanto que los cuentos pueden, en razón de su naturaleza ‘profana’, ser narrados no importa cuándo)”. Enseguida añade, “estas distinciones indígenas tienen gran interés para el etnógrafo, pero no es en absoluto seguro que estén fundadas en la naturaleza de las cosas...” (Lévi-Strauss, 1981: 124-125). La propia María Ana Portal señala, para su estudio, extensible sin duda más allá de él, que estas distinciones no son tan severas.
En lo que sigue, referimos las definiciones tentativas que Kirk alcanza y las características que plantea para el reconocimiento y definición de los cuentos populares, sobre las que llamamos la atención por ser más sistemática. Y, a continuación, algunas distinciones y precisiones de mayor detalle que establece Lévi-Strauss, a partir del análisis del trabajo de Vladimir Propp. La finalidad, ya se adelantó, es la de dar un derrotero para la identificación de los cuentos algo más precisa, en el gran caudal de la literatura aimara.

La definición que Kirk señala del cuento popular, la da con carácter de preliminar e incompleta, independientemente de las sociedades o culturas existentes en el mundo:

hay cuentos tradicionales, cuya forma no está sólidamente establecida, en los que los elementos sobrenaturales son subsidiario; no tratan fundamentalmente de temas “serios” ni comportan reflexión sobre problemas y preocupaciones profundos, mientras que su principal atractivo consiste en su interés narrativo (Kirk, 1970: 50). 

Partiendo de esta definición tentativa de Kirk, señalaremos a continuación las características más importantes, de las muchas, que el autor da para los cuentos populares corrientes, y que menciona no se adscriben a géneros especializados como la fábula o el cuento de hadas:

1.     El héroe o heroína es un ser humano, muchas veces de origen humilde, que tiene que realizar sus objetivos humanos a pesar de o con la ayuda de fuerzas fantásticas de esas características.
2.     A veces el tema es un certamen o prueba, por ejemplo derrotar a un monstruo o conseguir una novia.
3.     A veces puede ser de carácter familiar, superar la malicia de una madrastra o de un hermano malicioso; en estos casos puede haber una reflexión, nunca profunda, sobre dilemas sociales recurrentes.
4.     Un ingrediente importante es el uso de la triquiñuela y el ingenio. Lo más sobresaliente en los cuentos populares.
5.     Los cuentos populares ejemplifican, además, una fantasía determinada, consistente en la satisfacción del deseo.
6.     El descubrimiento de un tesoro, o el logro de grandes recompensas por acciones aparentemente pequeñas (con frecuencia de una gran moralidad: es ésta una cualidad que se deja a disposición de los menos privilegiados), son de nuevo más típicos de los cuentos de los campesinos europeos que de los mitos.
7.     Muchos cuentos populares no ponen nombres propios a sus personajes, sino típicos o genéricos como “Jaimito”, “el Gigante”, “Caperucita roja”, “pequeño Claus”, “Epimeteo”. Esta característica refleja a un tiempo el alcance de su aliciente, su falta de referencias locales específicas y la importancia de la situación a expensas del personaje.
8.     La trama de los cuentos populares se da por supuesto que ha ocurrido en un tiempo histórico, muchas veces incluso en el pasado, pero no en el más distante o primigenio.

Estas características son fundamentales para el reconocimiento de los cuentos, sin embargo, tomando en consideración las advertencias de lo preliminar e incompleto de la definición, aparte que están formulados para (o desde) un tipo de literatura que no es la que buscamos examinar, es necesario señalar algunas precisiones más. Lévi-Straus en su análisis del trabajo de Propp, reflexiona sobre el cuento y el mito, al respecto habla de las transposiciones que existen en estas dos clases de relatos, permutaciones en cuanto a los personajes y motivos, asimismo, establece una distinción importante partiendo del distingo que las sociedades (“casi todas” señala) hacen de estos dos géneros.

A nuestro juicio, tal fundamento existe, pero se reduce a una diferencia de grado que es doble. En primer término, los cuentos están construidos sobre oposiciones más débiles que las que se encuentran en los mitos: no ya cosmológicas, metafísicas o naturales, como en estos últimos, sino más frecuentemente locales, sociales o morales. En segundo término, y precisamente porque el cuento consiste en una trasposición debilitada de temas cuya realización ampliada es lo propio del mito, el primero está sometido menos estrictamente que el segundo, al triple respecto de la coherencia lógica, la ortodoxia religiosa y la presión colectiva. El cuento ofrece más posibilidades de juego, en él las permutaciones se hacen relativamente libres y adquieren progresivamente cierta arbitrariedad (1981: 25).
           
Si seguimos el fundamento del segundo grado, la parte final (El cuento ofrece más posibilidades de juego…), tendríamos que decir que uno de los rasgos, por el que debería ser identificado este género, sería el de las variables que presenta de versión a versión, bastante frecuente en los corpus de la literatura aimara y quechua, por supuesto, este sería un rasgo distintivo más entre otros.
Estos intentos de definición y distinción entre el cuento y mito, son importantes para llegar a un estudio más adecuado de la literatura aimara (y quecha), sin embargo, como dice Lévi-Strauss, estas tentativas no están fundadas en la naturaleza de las cosas (1981: 124-125), de modo que, para ir en la dirección de las propiedades del cuento mismo como género literario, apelamos a Reis y Lopes, quienes desde la teoría literaria y más específicamente desde la narratología, señalan, con similitudes a lo dicho antes, lo siguiente:

el cuento popular manifiesta aún ciertos trazos característicos por lo que atañe a los personajes y al plano enunciativo. Por lo que se refiere a los personajes, impera la regla del anonimato: generalmente, son personajes ‘referenciales’, en el sentido de que reenvían a ciertos atributos y caminos culturalmente cristalizados (rey, princesa, dragón, cura, etc.). En el plano enunciativo, hay que consignar la constancia de formulas introductorias del tipo ‘Erase una vez’, que sitúan el cuento en un pasado indefinido o permanentemente reactualizable (1996: 53)

Estas características y definiciones aproximativas, las alcanzamos con la finalidad de establecer caminos que lleven a un estudio más adecuado del cuento y la narrativa oral en general, en nuestro medio. Y, por supuesto, se trata de aproximaciones tentativas que deben ir perfilándose mejor, adecuándose, puesto que,  no sólo sobre lo que se dijo, sino también sobre lo que no se dijo o apenas se mencionó, quedan dudas, como la aplicabilidad incluso de las características que señala el propio Kirk, en este caso,  a los cuentos aimaras y quechuas, o, las diferencias entre cuento y fábula en estas literaturas, entre otros inconvenientes e interrogantes que quedan por resolver.



BIBLIOGRAFÍA

ARGUEDAS, José Maria, (1991), “¿Qué es el folklore?”, “La literatura oral. El cuento”. En: Del Solar, María Elena (editora), Acerca del folklore, Lima, Municipalidad de Lima Metropolitana, pp.29-66.

CARDONA, Francesc L., (1996), Mitología griega, Barcelona, Edicomunicación. 

GARRIDO GALLARDO, Miguel Angel, (1994), “Géneros literarios”. En: VILLANUEVA, D. y otros, Curso de teoría de la literatura, Madrid, Taurus, pp.165-189.

KIRK, G.S., (1970), El mito; su significación y funciones en la antigüedad y otras culturas, Barcelona, Paidos.

LEVI-ESTRAUSS, Claude, (1981), Antropología estructural, México, Siglo Veintiuno Editores.

PORTAL, María Ana, (1986), Cuentos y mitos en una zona Mazateca, México, Instituto Nacional de Antropología e Historia.

REIS, C. y LOPES, A. C. M. (1996), Diccionario de narratología, Salamanca, Ediciones Colegio de España.

TODOROV, Tzvetan (1983), “Géneros literarios”. En: DUCROT, Oswald y TODOROV, Tzvetan. Diccionario enciclopédico de las ciencias del lenguaje, México, Siglo Veintiuno Editores, pp.178-181.


Este texto, es una parte extraída del capitulo II de mi trabajo de investigación intitulado: El cuento “fantástico” aimara (2002), presentado para la obtención de la licenciatura en la Escuela de Literatura y Lingüística de la Universidad Nacional de San Agustín, Arequipa.

Este artículo se publicó en la revista Antropología. Revista de Investigación. Análisis y Debate, Nº 5, diciembre de 2008, UNA-Puno.